jueves, 20 de marzo de 2014

Amar a los árboles III

            No es la primera vez que hablo de los árboles. Ellos son esas criaturas que las puedes encontrar en cualquier sitio; en el campo, en tu jardín, en un parque, etc. Siempre los encontrarás; emanan paz, sosiego, tranquilidad y porque no decirlo ¡amor!
            El amor por los árboles es uno de los rasgos que reflejan la conciencia de cada persona, aparte de sus propios ideales. Sí, sé que es difícil de entenderme, pero amar a un árbol es compartir su silencio y quietud, visitándolo de vez en cuando. Es un camino que te llevará a encontrarte con tu conciencia, y pensar cuando lo viste por primera vez, donde nos hemos hecho humanos y donde siempre hemos hallado las respuestas necesarias para afrontar los retos de nuestros más profundos pensamientos.
             Ante este concepto los orientales dicen: “quien planta un árbol crea raíces, quién cultiva buenos amigos también” El árbol es sombra protectora, como los amigos, sombra que varía con el tiempo, que avanza y hace variados reflejos de luz semejante a las estrellas. De nuevo vuelvo a recordar aquella chica, hace ya bastantes años, la cual asomada a la balconada de un amigo, permanecía horas contemplando la belleza de un hermoso árbol. ¿Cuáles serían sus pensamientos? Si hoy por circunstancias me estuviera  leyendo; ¡qué distinto ha sido todo, verdad! Como decía anteriormente: ¡son distintos reflejos de la vida!
             Y haciendo alusión y, comparando la amistad con los árboles, no podemos olvidar que existen amigos muy distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla, siempre aparecen entre sus hojas. El tiempo pasa, la primavera entra hoy; pero se irá y, también el verano, y el otoño, etc., pero igual que el árbol esa amistad es fiel a sus principio, y como decía el proverbio oriental, sus hojas volverán a aparecer.
             Creo que decía en unos de mis artículos, que existen personas en nuestra vida que nos hicieron felices al pasar, por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Es como ese árbol que no echamos cuenta de él, pero en cada fecha, aparece de  manera fiel a sus principios.
              Piensa que un árbol nunca está de espalda para nadie. Da la vuelta en torno a él y éste, estará siempre de frente a ti. ¡Los verdaderos amigos también! Descubres por un momento que todos los árboles son en realidad el “árbol de la vida” y a su amparo nos sentimos acogidos y abrazados por un cielo lleno de ramas y hojas que se agitan al viento mullido en brumas y raíces que nos conducen a nuestro interior. A partir de ahí, pensemos que todos los senderos nos llevan al corazón de los bosques, donde se encuentra ese árbol que hoy lo puedes contemplar. Los años pasan y llegará el día que me vaya, y esa última hoja caerá, quedando esa fecha vacía sin el encanto del recuerdo; aunque ese árbol seguirá con el viento, vibrando en cada amanecer.

 Meditación: Decir que todos los amigos son iguales, es tan absurdo como proclamar que lo son las hojas de los árboles.

 

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