No es la primera vez que hablo de los
árboles. Ellos son esas criaturas que las puedes encontrar en cualquier sitio;
en el campo, en tu jardín, en un parque, etc. Siempre los encontrarás; emanan
paz, sosiego, tranquilidad y porque no decirlo ¡amor!
El
amor por los árboles es uno de los rasgos que reflejan la conciencia de cada
persona, aparte de sus propios ideales. Sí, sé que es difícil de entenderme,
pero amar a un árbol es compartir su silencio y quietud, visitándolo de vez en
cuando. Es un camino que te llevará a encontrarte con tu conciencia, y pensar
cuando lo viste por primera vez, donde nos hemos hecho humanos y donde siempre
hemos hallado las respuestas necesarias para afrontar los retos de nuestros más
profundos pensamientos.
Ante
este concepto los orientales dicen: “quien planta un árbol crea raíces, quién
cultiva buenos amigos también” El árbol es sombra protectora, como los amigos,
sombra que varía con el tiempo, que avanza y hace variados reflejos de luz
semejante a las estrellas. De nuevo vuelvo a recordar aquella chica, hace ya
bastantes años, la cual asomada a la balconada de un amigo, permanecía horas
contemplando la belleza de un hermoso árbol. ¿Cuáles serían sus pensamientos? Si
hoy por circunstancias me estuviera
leyendo; ¡qué distinto ha sido todo, verdad! Como decía anteriormente:
¡son distintos reflejos de la vida!
Y
haciendo alusión y, comparando la amistad con los árboles, no podemos olvidar
que existen amigos muy distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y
que cuando el viento sopla, siempre aparecen entre sus hojas. El tiempo pasa,
la primavera entra hoy; pero se irá y, también el verano, y el otoño, etc., pero
igual que el árbol esa amistad es fiel a sus principio, y como decía el
proverbio oriental, sus hojas volverán a aparecer.
Creo
que decía en unos de mis artículos, que existen personas en nuestra vida que
nos hicieron felices al pasar, por la simple casualidad de haberse cruzado en
nuestro camino. Es como ese árbol que no echamos cuenta de él, pero en cada
fecha, aparece de manera fiel a sus
principios.
Piensa
que un árbol nunca está de espalda para nadie. Da la vuelta en torno a él y
éste, estará siempre de frente a ti. ¡Los verdaderos amigos también! Descubres
por un momento que todos los árboles son en realidad el “árbol de la vida” y a
su amparo nos sentimos acogidos y abrazados por un cielo lleno de ramas y hojas
que se agitan al viento mullido en brumas y raíces que nos conducen a nuestro
interior. A partir de ahí, pensemos que todos los senderos nos llevan al
corazón de los bosques, donde se encuentra ese árbol que hoy lo puedes
contemplar. Los años pasan y llegará el día que me vaya, y esa última hoja
caerá, quedando esa fecha vacía sin el encanto del recuerdo; aunque ese árbol
seguirá con el viento, vibrando en cada amanecer.
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