
Aunque parezca que vivimos en una
situación pletórica llenos de alegrías, desgraciadamente siempre existe en un
rincón de nuestro corazón un lugar para la tristeza. Y es cuando estamos solos;
es cuando más se agudiza. En estos casos lo peor que podemos hacer es aislarnos,
puesto que a través de ese aislamiento, tendemos a alimentar cada vez más
nuestro estado.
La
tristeza es la consecuencia a una respuesta natural, frente a un hecho doloroso
que nos deja impotentes. Es la expresión o el estado de nuestra conciencia de
una pérdida, afectando en gran parte a nuestras propias energías. Ante esta
situación, inevitablemente irradiamos tristeza, evitando el contacto con los
demás y encerrarnos en nosotros mismo. Lo único que conseguimos con esto es
aumentar nuestro estado de ánimo, al estar continuamente recordando la triste
situación por la que hemos pasado.
No
soy el único al que le sucede “esto”, y aunque mi vida siempre ha estado
acompañada por la música, me pregunto; ¿por qué acudo a escuchar cosas tristes?
aludiendo a que eso es la que encuentro más hermoso para deleitarme. Quiero
entender que ¿considero agradable la música triste? ¡No lo entiendo! Pero es así.
Claro
que estoy triste, es normal, la tristeza no se pasa de un día para otro, pero
debo tener fortaleza y seguir viviendo ante ésta adversidad que se me ha
presentado. Es como un duelo de amor, “tomar tiempo y seguir adelante”
sabiéndolo llevar con entereza. Ese mundo perfecto y sin frustraciones, sin
penas, sin errores, desgraciadamente no
existe.
Solo
me queda pedir a Dios mucha resignación, porque no es nada fácil. Al contrario,
pasa el tiempo, y pasarán los años, pero siempre en ese rincón de mi corazón
estará asentado ese cúmulo de tristeza. Quizás algunos años más tarde, sea un
dolor más dulce, más llevadero, pero jamás se podrá anular, como decía en uno
de anteriores artículo “olvidar no es fácil”, yo añadiría más. ¡Imposible!
Afortunadamente
en mi vida diaria, tengo mil cosas para solucionar, aunque en la soledad de la
noche es cuando más daño me hace. Es entonces cuando todas las reflexiones
acuden a mi cabeza, aunque con unos minutos de silencio, trato de
tranquilizarme. Las tristezas del alma son las más difíciles de sanar porque
son algo que se levantan con nosotros y también se acuestan en nuestra cama.
No todos los días son iguales; por
eso digo que cuando llega “el día triste” y nada nos sale bien, nuestro estado
de ánimo se entristece de tal manera que es muy difícil “seguir adelante”. Es
entonces cuando tenemos que recordar los momentos alegres que también tuvimos,
aunque puede haber muchas razones para sentirme así.
Debo reconocer
que sí, que estoy triste, pero no deprimido. Su muerte me ha hecho renovar mi
amor por ella y mi gratitud porque Dios me ha hecho vivir juntos, la mayor
parte de mi vida.
Meditación: Tristeza es los que siento al saber cuánto te he querido y pensar que te he perdido para siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario