sábado, 23 de febrero de 2013

Tener confianza I.

           Mientras unos se lanzan con un entusiasmo desconcertante, otros les paralizan las dudas. El impulso es una cuestión de confianza o más bien de creer en uno mismo en la justa medida. No debemos ser ni desanimados débiles, ni demasiado arrogantes, debemos desarrollar un mejor conocimiento de nosotros mismos, conocer nuestras habilidades y sobre todo nuestros recursos.
            A veces la confianza nos impulsa a seguir nuestros propios criterios, asumiendo nuevos retos, consiguiendo respetarnos a nosotros mismos y a respetar a los demás.
            No creamos que sea sencillo tener seguridad en uno mismo cuando vivimos en un entorno de desconfianza generalizada.
            Una postura que puede ser positiva, nos lleva a ejercitar nuestro espíritu crítico y a procurar informarnos, para después actuar según nuestro propio criterio. Pero, ¿cómo no caer en el desánimo?
            Pero si la autoconfianza y la autoestima se empiezan a forjar en la infancia, sólo se asientan con la experiencia de la vida. Es con los años como se consolida la confianza en nosotros mismos, a medida que con nuestros actos, nos demostramos que somos capaces de afrontar nuevos retos, de estar ahí cuando los que apreciamos nos necesitan.             Tenemos que sobreponernos a los fracasos y de esa manera seguir intentándolo.
            Cuando existe una amistad profunda, de esas que uno encuentra apenas algunas veces en la vida… siempre perdura. Aunque no se hable quizás en semanas, meses o años. Siempre existen palabras de silencio. Porque los silencios jamás callan. Son más elocuentes que el mejor de los discursos. Son silencios que se mantienen en un profundo desencuentro y que se convierten en un pensamiento constante, manteniéndose siempre  un recuerdo aunque jamás pronunciemos una sola palabra. Debemos tener presente que muchas veces los silencios hacen más daños que las propias palabras.         
            Se trata, al fin y al cabo, de confiar en nuestros criterios para responsabilizarnos de nuestros propios actos, y no conformarnos con ser simple espectadores por temor a equivocarnos. Puesto que gracias a aquellos actos de sinceridad quedaron solventados muchos problemas, y que  si desgraciadamente no hubiera sido de esa forma, hubieran terminado en una situación desagradable para alguien. ¡Nunca sabremos lo eficientes y hábiles que podemos ser, si en determinaos momentos actuamos con decisión, en lugar de permanecer de brazos cruzados, acosta de la desconfianza, del desprecio y del continuo mutismo!

Meditación: A veces los silencios, ofenden más que las palabras.

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