jueves, 21 de febrero de 2013

Las relaciones y los afectos.

          Generalizar estos dos conceptos resulta muy complejo, puesto que responsabilizar a nuestra generación con la actual, no es nada fácil de responder.           Primeramente es digno de considerar, la atención que nuestra generación le prestaba al trabajo, la eficacia y a la productividad. Todo hace una obsesiva causa que actualmente nos distrae y nos impide profundizar en nuestras relaciones y en los sentimientos que nos unen con el resto del mundo, no solo en las organizaciones en que hemos contribuido con nuestro trabajo.
            Sin embargo, de ese empeño por mejorar el mundo que nos rodea surge la falta de atención hacia otros ámbitos como, por ejemplo, el humano. Y eso, a menudo, no ha impedido el diálogo con nuestros hijos, con los jóvenes, ya que habíamos dado por sentado que la palabra no era necesaria, puesto que todo podía reemplazarse por el consumo y con el gasto.
            Cosa que frecuente sucede en la pareja, siendo causa que todo esto puede provocar en el matrimonio, emergido a la superficie después de haber permanecido en silencio durante muchos años. Sucede  frecuentemente que el hábito de estar juntos, nos adormece sin que nos demos cuenta, y sólo cuando tiene lugar algún acontecimiento verdaderamente trascendental, como puede ser una boda, un viaje de estudio de varios meses, etc. es cuando la pareja se enfrenta a la cruda realidad, revisando entonces sus propios mecanismos, sucediendo entonces esa falta de relaciones y de afectos.
            ¿Cuántas veces la vida nos pone circunstancias en la que nos traen nuevas visiones, nuevas formas de ser, de expresarnos, de relacionarnos con el mundo? Y todo es debido a nuestras relaciones y afectividad vividas en las raíces de nuestras familias.
            Tiempo hemos tenido para adaptarnos a la capacidad de transformarnos a nosotros mismos y considerarnos constantemente al contexto en que hemos vivido.
            La vida nos cambia, y hacemos bien en seguir una evolución, sin negar nunca de dónde venimos, aceptando incluso el dolor de las distancias creadas entre nosotros y aquellos que nos han permitido ser quienes somos. Ser agradecidos con lo que hemos vivido en el pasado, nos aporta mayor claridad a la hora de disfrutar todo aquello que sentimos. Esto es lo que realmente nos permite reconocer nuestro propio lugar en la vida y nos da fuerza para convivir con la carga que en determinados momentos llevamos, pero nunca perdiendo las relaciones y la afectividad con nuestros semejantes.

Meditación: Muchas personas pasan por nuestra vida, pero sólo pocas llegan a ocupar un gran lugar en nuestro corazón.

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