miércoles, 6 de febrero de 2013

El sentimiento de culpa II.

           Decía al comenzar el comentario I de este mismo título: ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos hemos sentido culpables? En realidad se suele tener una imagen negativa de la culpabilidad, pero si es cierto que si los humanos dejáramos de sentirla, nuestras vidas probablemente acabarían por parecerse a una pesadilla.
            Como una sencilla definición, podríamos decir que, “la culpabilidad es un estado de ánimo doloroso ligado a la conciencia de que –tal vez- hagamos hecho daño al prójimo, ya sea con alguna de nuestras palabras o actos”, -con un exceso de crítica mal intencionada-; pero a veces se da la circunstancias que nos hacen sentirnos culpables cuando en realidad hemos obrado correctamente e incluso haciendo un enorme favor que repercutirá para siempre en la vida de otra persona.
            El exceso de culpabilidad suele darse en personas con alto grado de sensibilidad, y que se preocupan ante el juicio de una amistad, o con rasgos de perfeccionistas. La culpabilidad les lleva a hacerse daño a sí mismo, o cuando de forma excesiva e inútil es imposible que  aquella  supuesta persona le sea incapaz de reconocer el alcance de dicho acto.
            Pero también existen personas con déficit de culpabilidad, puesto que éstas, creen no sentirse obligadas a sopesar lo que supondría las consecuencias que llevaría el agradecimiento de dicho acto. Esta ausencia de culpabilidad hace que, en su lugar sufran, recordando siempre su forma de actuar.
            Por mucho que lo pongamos todo por escrito y explicarlo una y mil veces todo  será en vano, puesto que existen personas que jamás se sentirían obligada a darnos su afirmación, puesto que su “sin razón” o su “orgullo” es tan fuerte que nunca les llevaría a aclarar dichos sentimientos.       
            Así pues, las tres etapas para afrontar la culpabilidad son: tomar conciencia de ella, aclararla y, finalmente, decidir qué hacer. La culpabilidad es, en el fondo, un excelente ejemplo de cómo los estados de ánimos dolorosos pueden iluminarnos; ya sea sobre nuestros comportamientos, cuando es legítimo; ya sea sobre quienes nos rodean o sobre las presiones que nos imponen la sociedad, cuando no lo es tanto. Continuemos, pues, culpabilizándonos. Pero siempre con lucidez.

Meditación: Ten siempre presente, lo que uno siembre, eso cosechará.

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