lunes, 28 de enero de 2013

El sufrimiento.

           ¿Quién de nosotros a lo largo de nuestra vida, no ha acumulado varios episodios de sufrimientos? Estos pueden ser equivalentes al dolor físico, o estar uno enfermo, pero normalmente el sufrimiento es mucho más amplio. Por ejemplo, un caso típico de gran sufrimiento es el no poder hacer nada por aliviar el dolor de alguna persona querida.
            Se podría pensar que el sufrimiento es una especie de azar en la vida, esto es, le toca a uno más o menos de manera imprevisible. Aunque no es así del todo. A salvo de los casos personales, hay determinadas constancias que nos permiten asegurar que unas personas suelen sufrir más que otras. Por si fuera usted una de las que han acumulado sufrimientos, puede que le consuele comprobar si sus circunstancias personales llevan a ese resultado. Lo malo es que no hay ninguna ventanilla ante la que reclamar el exceso de sufrimiento.
            Sin lugar a dudas, los dos factores principales son el sexo y la edad, como tantas veces. Con más edad la memoria acumula más sufrimientos. Luego no es verdad del todo que “los malos ratos se olvidan”. Quizás se olviden los detalles, pero queda en el pozo de la memoria la causa del sufrimiento.
            Lo más interesante es que, sea cual sea la edad, las mujeres almacenan más recuerdos de sufrimientos. Por mucho que un padre pueda sentir la muerte o la enfermedad de un hijo, evidente que la madre siente más en sus carnes ese sufrimiento.
            Lo que sí es evidente que si, usted es mujer y de cierta edad, probablemente la vida le haya dado muchos sufrimientos, aunque también comprendo que haya habido alegrías; una cosa no quita la otra.
            Con independencia del sexo o la edad, es el hecho de no tener una salud buena lo que acumula más recuerdos de sufrimientos. Lo cual significa que la enfermedad cumple el triste papel de recordarle a uno los malos ratos del pasado. Porque enfermos optimistas hay pocos, (quizás algunos santos). No sé si los profesionales sanitarios suelen considerar ese extremo de sus pacientes.
            Siempre se ha dicho que las personas gordas son más felices. Es difícil demostrarlo; quizás sea un piadoso deseo de los gordos. De hecho, la opinión mayoritaria no es esa.
            Un buen principio moral es intentar que los demás, sobre todo los de nuestro círculo más íntimo, sufran lo menos posible. No siempre es fácil. Las alegrías de unos hacen sufrir a los otros. Ésa es la desventura del destino humano. Por lo menos queda el consuelo de que los sufrimientos hacen el carácter, pero ese principio que se lo aplique uno así mismo, no a los demás.

Meditación: El miedo a sufrir es peor que el propio sufrimiento.


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