Cuántas veces hablamos en exceso, cambiamos de temas, respondemos apresuradamente, comentamos los asuntos de otros, etc. Aparentemente, estas personas aparecen simpáticas y locuaces, pero quienes sufren de impulsividad verbal evidencian falta de control sobre sus repuestas, no racionalizan sus discursos y viven ante un componente de ansiedad que afecta, en gran medida, a sus relaciones sociales.
Las personas que interrumpen a otras antes de que terminen de hablar comprometen el aspecto de su vida personal y social. “Cortar” la palabra constantemente pone de manifiesto una carga de ansiedad, que indudablemente requieren un autocontrol.
También podemos considerarlo como una falta de educación, siendo para los afectados, esta respuesta apresurada e inmediata, como una gratificación que les compensa frente a un desajuste emocional.
Existen varias conductas que pueden presentarse asociada esa impulsividad de responder verbalmente: inmediatez, ausencia de reflexión, planificación del pensamiento, dificultad para guardar silencio, incapacidad para esperar las preguntas y carecer de la facilidad para ceder ante el impulso de hablar.
Una conducta así es problemática, creando en el individuo ciertas dificultades. Sobre todo en el ámbito de las relaciones personales. Ni que decir tiene, que a partir de ese momento la conducta personal no es positiva para su desarrollo, crea un trasfondo de falta de habilidades sociales y comunicativas.
Trabajar la escucha es uno de los remedios. La escucha activa es fundamental para mejorar las relaciones personales, aunque es difícil de lograr en estos casos, porque es incompatible con su impulsividad verbal incontrolada, que actúa como una barrera. Con estas personas la comunicación es difícil de establecer, porque están más pendiente de lo que tienen que decir, a lo que realmente están escuchando.
Meditación: Siempre me he dedicado a pensar bien de todo el mundo; evita muchos problemas.
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