La actitud de agradecer tiene que ver con acoger lo que viene de fuera, lo que me trae la vida y apreciarlo como algo positivo y bueno para mí. Percibir las cosas que hay buenas en mi vida o lo que ocurre de bueno en mí, hace que me sienta afortunado y contento con mi existencia.
Debemos hacernos a la idea de que aquello con lo que contamos es algo que nos corresponde, que debemos tener, que es nuestro derecho. Y creemos también que cuando no es así, eso se nos debe. Nos pensamos a nosotros mismos como acreedores entes que como deudores. Olvidando que simplemente el agua que diariamente bebemos, no es lo mínimo que se nos debe, sino un don que recibimos.
Sencillamente reposar cada noche en la misma cama de la cual nos hemos levantado por la mañana es un milagro. Podría no ocurrir; nadie nos garantiza que estaremos aquí al final del día. La existencia es frágil, y agradecer es una hermosa manera de recordarlo.
Una persona agradecida eleva sus vibraciones, reconoce la luz en todo y en todos, valorando la sencillez y la belleza que le rodea como el más apreciado de los tesoros. Además el agradecimiento nos impulsa a la aceptación y, en ocasiones, a la humildad pues sólo el sensible y el humilde percibe la grandeza en lo pequeño y sabiendo dar las gracias, en determinados actos como algo perfecto.
El agradecimiento nos hace sonreír y aceptar todas las bendiciones que nos suceden a diario y que otros pasan por alto. Esta es una de las razones por las que el “ahora” nos alinea con el “ahora”, sobre todo, porque nos permite reconocer la luz que se haya en todo y que, a veces no es visible a simple vista pero sí ante la mirada de un corazón agradecido.
Quien nos mira, nos habla, nos escucha o tiene un pequeño gesto hacia nosotros ejecuta un acto de amor. De la misma manera, quien dice “gracias” expresa amor hacia un semejante. Agradecer nos hace salir de nosotros mismos, mirar más allá del propio ombligo.
Al reforzar el egoísmo, el orgullo y el amor propio aíslan a las personas. Todo lo contrario ocurre con el agradecimiento, que nos conecta a unos con otros y refuerza la cadena cooperativa que mejora la vida de todos nosotros.
Debemos dar las gracias incluso a las cosas inanimadas, pues en todo reside un alma invisible que capta todas las sensaciones recibidas y que nos retornará la misma moneda de cambio.
El agradecimiento es una clara manifestación de un corazón activo, uno que late y en su movimiento va enseñándonos a valorar cada detalle, cada palabra, cada caricia, cada momento compartido, cada nuevo despertar. Un corazón que se detiene siempre a mirar a su alrededor y a concienciar lo bien que está en relación a otros tantos seres. Y que no se contenta sólo con ver esto, sino buscar su ayuda y fundamentalmente agradecer por el “simple” hecho de estar vivo y poder marcar una diferencia.
Meditación: El que da, no debe volver a acordarse; pero el que recibe nunca debe olvidar.
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