lunes, 6 de julio de 2020

¡El temor al miedo!

          En verdad no os lo puedo asegurar, pero sí que existen personas que perciben continuamente un cierto estado de temor o miedo, por llamarlo de alguna manera. No es que sean ataques de pánico, pero sí una cierta incertidumbre ante cualquier estado en que se presentan. Sin lugar a dudas esos miedos o temores, como al principio decía, dependen de una estricta situación debido a su propia personalidad. Es posible que esa situación llegue a limitarle e incluso impedirle que realicen ciertos actos en su vida privada. Otra cosa son los llamados ataques de pánicos, los cuales hacen que nos provoquen una inestabilidad, la cual no pueden superar.
Estos nos son conscientes del nivel de agobio el cual expresan, al mismo tiempo que atraviesan una inquietud o tensión que pueden llegar a ser preocupante, llegando en algunos casos a que nuestro organismo no sea capaz de tolerar. Los síntomas aparecen de repente en cualquier momento, sin predecir en qué lugar nos puede sorprender. Son miedos ante un estado de perturbación de nuestro estado de ánimo. Quien lo padece no suele identificar que le sucede, ni siquiera el riesgo ni la amenaza que perciben.
Como es habitual no dispongo de muchos espacios para explicar dicho fenómeno, pero ateniéndome al corte espacio de estos artículos, solo deciros que aquellos que lo padecen se manifiestan ante una persecución, suscitada por una sensación de mareos, falta de aire, vista nublada y en general ante una inseguridad de que alguien les hace daño. Son casos en que se pierde la confianza de los propios recursos para poder afrontar situaciones concretas. La principal causa que los motivan no son otros que una disminución del propio sentido de seguridad.
En general, todos hemos sentido miedo alguna vez, pero estos casos presentan  carácter neurológicos, acompañados de unos comportamientos anómalos, motivados a veces por causas que quedaron a través del tiempo “paralizadas” en nuestro subconsciente y cuando se presentan no guardan ninguna relación con la causa que lo desencadenan, siendo muy recomendable en estos casos acudir a especialización facultativa. En definitiva, cuántas veces esos miedos cumplen en nuestro interior, una actitud de arma defensiva, la cual nos advierte de los peligros que continuamente padecemos, permitiéndonos que sigamos “luchando” y al mismo tiempo facilitándonos nuestra propia supervivencia. 
Es justo reconocer que ante estas actitudes, solemos actuar sin saber en realidad que nos ocurre, y ni siquiera sabemos cómo prevenirlas, terminando siempre ante un estado de vergüenza ante los demás, debido a las dificultades de intentar disimularlas.
No siendo mí intención dramatizar ante estas situaciones, y comparándolas en forma de metáfora con nuestra propia vida, siempre diré que el verdadero miedo o temor es el “estar muerto en vida”, es decir; no saber por qué luchar. Repito una vez más que vivir esta vida que nos ha tocado, no es fácil. El valiente no es aquel que jamás siente miedo, sino aquel que se enfrenta a sus propias dificultades. Sólo nosotros tenemos el poder de dar sentido a nuestra vida, escapando a esos temores imaginarios.
Por tanto, no nos sintamos temerosos ante las adversidades que la vida nos depara, y pensemos siempre que nunca llegaremos a comprender lo que nuestro cuerpo es capaz de soportar.

Meditación: No es miedo a preguntar, es miedo a que te respondan lo que no quiere escuchar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario