Es posible que
nunca lleguemos a entender que cada sentimiento generalmente tiene un nombre.
Hablar de nuestros sentimientos siempre es bueno, ello nos permitirá que no nos
sintamos incómodos, al tener que expresar lo que sentimos, además siempre
encontraremos alguna persona con la que poder hablar o sincerarnos, o al menos
que ser capaz de reflexionar lo que realmente sentimos o queremos.
El relacionarse
diariamente con una misma persona, llega a situaciones muy placenteras, pero
con el tiempo, pueden establecerse grandes confusiones, llegando a lo que
se puede llamar a un sentimiento de agravio. Si lo consideramos de carácter
intenso es suficiente para contaminar otros aspectos. Mientras pasa el tiempo,
lo analizas y lo revives nos cargamos de energía negativa haciendo distorsionar
la manera de ver lo que sucedió, no siendo motivo para emplear comportamientos
de ofensas.
Para determinadas
personas, incapaces de controlar su mente, cualquier comentario desafortunado
puede perseguirle permanentemente, haciéndole adoptar una postura ofensiva. También
se afectan quienes son como permanentes “esponjas” para absorber
agravios, dado su tipo de personalidad, Incluso se sienten el blanco de las ofensas
y desaires de quienes les rodean.
Cuando nos
encontramos envuelto en una conducta de ira, por ese sentimiento agresivo, tenemos
que tratar de desprendernos, para no sentirnos agraviados. No es fácil,
pero desde luego sí es posible. Y al mismo tiempo aprender a combatir la ira
como puede ser a través de la comprensión, la tolerancia, etc. Muchas de las
cosas que nos dicen o que nos hacen no necesariamente son personales ni tienen
la intención de herirnos ni ofendernos; por el contrario, a veces puede ser
una manera de ayudarnos.
¿Cuántas veces de
tanto acumular, reacciona violentamente ante cualquier pequeño estímulo que nos
desagrada no evaluamos adecuadamente si la ofensa merece esa respuesta o si se
trata de cosas no suficientemente elaboradas en el pasado que tienden a
exteriorizarse frente a una situación parecida?
Sobrevivimos a
días de abandono, a días de dolor, y seguimos adelante, pero los relegamos
a un lugar del corazón, donde un día gris de otoño, cuando nos sintamos nostálgicos;
emergen y esos sentimientos que aquel día nos ofendió, nos traiga recuerdos
felices, que todo parece confabularse para no borrar de nuestra memoria, los
momentos que todos quisiéramos olvidar. La ofensa siempre es un “veneno”
que tomamos esperando que actúe la actitud del otro. Aprender a aceptar las
limitaciones propias y las de los demás seguro que pueden ayudarnos a vivir con
mayor plenitud.
Siempre existe el
momento de devolver algo, aunque no podamos devolver todo lo que la vida nos ha
dado; el dar algo siempre es agradecimiento, aunque sólo sean palabras.
Meditación:
Estar enfadados con los demás, es estar enfadados con nosotros mismos.
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