domingo, 8 de septiembre de 2019

Siempre hay un momento.


A veces no somos conscientes de la poca o ninguna atención que prestamos a lo que tenemos en nuestro entorno, a las personas con quienes nos relacionamos, incluso ni a nosotros mismos. Vivimos distraidamente sin dar la dimensión adecuada al tiempo que vivimos. Actuamos sin advertir con quienes nos rodeamos ¡Cuántas veces nos ausentamos voluntariamente para no utilizar ese momento, y no comprometernos!
Tan cierto es eso, ya que el tiempo pasa volando, y nuestros días son nuestro máximo tesoro. Muchos se paran a pensar qué quieren hacer con sus vidas, con sus trabajos, qué camino deben elegir, pero mientras están quietos, pasan sus minutos; vuelan y ya no vuelven. Por eso digo que siempre deberíamos tener un momento para reír, para llorar, para trabajar, para descansar, y por qué no: “para recordar” Debemos ser valiente para hacer lo que uno cree que debiera haber hecho y no haber dejado pasar ese momento, que quizás, ya no vuelva más.
Decía que la vida son momentos, que deberíamos disfrutar el presente sin pensar mucho en el futuro o por lo menos sin dejar que este nos aflija demasiado, que debemos arriesgarnos más y preocuparnos menos, al final de cuentas lo que tiene que suceder, sucederá...tarde o temprano. Si de verdad quieres ser feliz, no caigas en la tentación de dejar pasar ese momento, el cual nunca te decidiste hacer uso de él. ¿O es posible que no te atrevas a disfrutar porque creas que no te lo mereces?
No siempre nos gustan los estilos de momentos espectaculares, capaces de improvisar o irrumpir solo buscando momentos apoteósicos. Seguramente aparecen en nuestras vidas momentos en que creemos que esa tristeza la cual nos embarga, suele ser eterna. Ante todo, los buenos momentos ni son fáciles, ni ocurren con cierta prestancia. Son muy exigentes con las situaciones, con las circunstancias, ni se presentan con frecuencias. A veces cuando menos lo espera, pasan los mejores momentos de tu vida, siendo tal, que jamás podrás olvidarlos.
            En algunos momentos de nuestra vida nos surge esta pregunta, ¿Por qué actuamos así? ¿Tenemos justificación para ellos? ¿Cómo puedes permitirte más tiempo? Sin darnos cuenta nos convertimos en nuestro propio enemigo, nos maltratamos con nuestra forma de actuar contra otras personas. Sin darnos cuenta que todo es producto de la rabia, el enfado y el orgullo personal que tenemos hacia el “otro”, a sabiendas de que no se lo merece. Es aquí cuando debemos tomar decisiones, pensando y dándonos cuenta de nuestros errores y de nuestros aciertos; y de que encerrarnos en decir que “no”; no siempre es la mejor opción.  Nunca sabremos si esos seres que tanto nos aprecian estarán toda la vida con nosotros, pero una cosa si es cierta, la soledad siempre nos acompañará y ella siempre nos dirá la verdad. Es por ello, que debemos aprender a disfrutarla, puesto que toda la vida la llevaremos dentro, pensando que ¿por qué no hiciste uso de ese momento? Por tanto, no se trata de olvidar el pasado, hayas tenido razón o no, sino “situarlo” dentro de tú ser, con el fin de que viviendo el presente te haga caminar por esta vida con todo entusiasmo, y poder atreverte con las dificultades, sin necesidad de olvidarte de que siempre tuviste por pequeño que fuera, ese momento.

Meditación: No recuerdes los días, recuerdas los momentos.

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