Cuando
tomo conciencia de que me estoy reprendiendo por algo, puedo detener esa
castigadora forma de pensar. Interiormente me digo que cuando cualquier persona
está debidamente informada y debidamente entrenada para afrontar una enfermedad
y sus consecuencias emocionales, su capacidad de resistencia marca las
diferencias en cualquier tratamiento al que se someta.
Cada
día suele ser como una experiencia de aprendizaje, y por medio de nosotros
errores podemos aprender hacer las cosas de otra manera la próxima vez. A esto
le podemos llamar “prescribir un tratamiento del alma”. Son únicamente nuestros
pensamientos los que nos causan dolor. Nada externo a nuestra mente puede
herirnos o hacernos daño en modo alguno. Hoy existen causas más allá de
nosotros mismos, que pueden abatirnos y oprimirnos.
Nada,
excepto a nosotros mismos nos puede afectar. No hay nada en el mundo capaz de
hacernos enfermar, entristecernos o debilitarnos. Eres tú el que tienes el poder
de dominar las cosas que vas reconociendo simplemente lo que eres.
Afortunadamente
todos contamos con un grandioso potencial para sanar nuestras heridas de cuerpo
y alma. Por eso resulta imprescindible trabajar y modificar actitudes,
creencias, hábitos, estados emocionales y formas de vincularnos a fin de
optimizar una respuesta auto sanadora.
No
existen fórmulas que garanticen el éxito en la vida, pero si de una cosa estoy
seguro y es que todo fluye o se estanca de acuerdo a las formas en que tomemos
los acontecimientos, y estos los decides tú. Siempre, existirán heridas, pero
lo importante de las mismas, es encontrar la medicina que te cure de la
monotonía o de la propia desvalorización. De vez en cuando, parece que nos hace
falta un mal para llegar a un mejor destino. Es posible que hagan falta las
incomprensiones de un amigo sentimental, para que nos demos cuenta que nos
hieren, comprobando que a pesar del dolor la amistad es tan fuerte que podemos
sobrevivir a los malentendidos y fortalecernos después de lo pasado.
Para
avanzar es necesario dejar atrás el camino que ya hemos recorrido. Si intentamos
avanzar mirando hacia atrás, al final tropezaremos irremediablemente.
Necesitamos no volver la vista atrás y mirar hacia adelante para seguir en el
camino que conforma nuestra propia vida. Para ello debemos sanar las heridas
emocionales que suframos. Así, cada día es una experiencia nueva y por medio de
nuestros errores, podremos aprender a realizar las cosas de otra manera la
próxima vez.
Meditación:
El amor que niegas, es el dolor que llevas dentro.
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