A veces existen
épocas en nuestra vida, ante las cuales nuestro subconsciente nos hace llegar a
momentos en que dudamos sin fueron soñados o reales. Lo cierto es que no
llegamos a darle una cierta credibilidad. ¿Lo soñamos o lo vivimos? Lo cierto
es que fueron realidad, aunque hoy nos parezca pura ficción. Esto es soñar, con
esa persona que admiramos; ¡la consideramos única! Es aquella que siempre la
echamos de menos cuando ya no está… Aquella que nos “llenaba el corazón” solo
con pensar en ella. Y quizás lo más importante, es “soñar” con llegar a compartir
“algo” con esa persona, sintiendo exactamente lo mismo que ella. ¡Aprecio y
amistad! No podremos negar nunca lo que se percibe al soñar con esa persona que
tanto aprecias. Pues, así son las primeras reacciones con lo que primeramente
todos soñamos. Las físicas. En realidad, es la sensación más normal.
Así
cuando conocemos a una nueva persona, los primeros instantes resultan clave,
todo son parabienes y condiciones abiertas y afectivas. Es esa la primera
impresión que durante unos instantes nos dejan una impronta sensación que jamás
puedas pensar, pero nunca piensas, ¡que todo pueda acabar! Todo parecía que
aquello tenía sentido, podría realizarse normalmente y a través del tiempo
podía llegar a prevalecer.
No es que nos
asombremos por el gran desborde de apelativos, y exclamaciones que tan pronto
se intercambian. No, no es eso. Sólo es que nos sorprende, que eso no es
posible. Sencillamente que no es normal. Pero, asustarte, ¡jamás! asombrarte,
¡nunca! Eso le gusta a todo el mundo que se lo digan. Lo que sí es cierto, es
que cuando te paras y reflexionas meditando detenidamente, llegas a la
conclusión diciendo para tú interior: ¡ojo! “aquí pasa algo” “esto no puede
ser” Desgraciadamente vemos que todo se derrumba. Pero a pesar de todo, nunca
nos damos por vencidos y recurrimos a todo lo que tenemos a nuestro alcance, y
armado de una gran dosis de paciencia y constancia, a pesar de los rechazos e
incesantes desprecios, intentamos, ¡lo imposible! No lo podemos creer, pero cuando
agotados todos los recursos, y a pesar de haber puesto todo nuestro empeño, ves
que todo es en vano.
Nunca llegas a
creértelo, pero sucede. Todo aquello que habías imaginado se viene abajo,
quedándote abatido y al mismo tiempo obsesionado, cuando más lo necesitas y
sobre todo en los peores momentos de tú vida, pensado en lo que podría haber
sido. Sin embargo, a través del tiempo, nuestra mente se va haciendo cargo de
nuestros propios sentimientos, y se va organizando, plateando nuevas actitudes,
a fin de crear situaciones, que uno mismo pueda quedar convencido, de que las
cosas no son como al principio nos las hacían ver. Si lo analizamos bien,
nuestras vidas están llenas de suertes y desgracias, de amigos y enemigos, de
alegrías y desilusiones; todo nos conduce a un cúmulo de sorpresas, que cada
vez nos sorprende más, y que jamás llegaremos a entender, por mucho que lo
intentemos.
Pensemos que casos
como este ocurren muy frecuentemente, aunque nos parezca que puedan ser
imposibles. Por tanto, deberíamos acostumbrarnos a todo tipo de situaciones.
Pensemos que todo puede surgir, por tanto, no hay que preocuparse. No nos
hagamos heridas a nosotros mismo; al contrario, esas heridas sólo se
convertirán en cicatrices y con el tiempo, éstas ya no dolerán, sólo quedará
unas marcas que te harán recordar, lo que pudo ser y no fue. Si recapacitas, aprovéchalas y piensas que
siempre tenemos a mano un sinfín de inmensos recursos, con la garantía de que
nuestras “puertas” siempre las mantendremos abiertas, a la espera de nuevas
esperanzas
Meditación:
¡Gracias por tan poco, pero “nada” sería muy triste!
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