sábado, 26 de enero de 2019

Lo primero que soñamos.


A veces existen épocas en nuestra vida, ante las cuales nuestro subconsciente nos hace llegar a momentos en que dudamos sin fueron soñados o reales. Lo cierto es que no llegamos a darle una cierta credibilidad. ¿Lo soñamos o lo vivimos? Lo cierto es que fueron realidad, aunque hoy nos parezca pura ficción. Esto es soñar, con esa persona que admiramos; ¡la consideramos única! Es aquella que siempre la echamos de menos cuando ya no está… Aquella que nos “llenaba el corazón” solo con pensar en ella. Y quizás lo más importante, es “soñar” con llegar a compartir “algo” con esa persona, sintiendo exactamente lo mismo que ella. ¡Aprecio y amistad! No podremos negar nunca lo que se percibe al soñar con esa persona que tanto aprecias. Pues, así son las primeras reacciones con lo que primeramente todos soñamos. Las físicas. En realidad, es la sensación más normal.
            Así cuando conocemos a una nueva persona, los primeros instantes resultan clave, todo son parabienes y condiciones abiertas y afectivas. Es esa la primera impresión que durante unos instantes nos dejan una impronta sensación que jamás puedas pensar, pero nunca piensas, ¡que todo pueda acabar! Todo parecía que aquello tenía sentido, podría realizarse normalmente y a través del tiempo podía llegar a prevalecer.
No es que nos asombremos por el gran desborde de apelativos, y exclamaciones que tan pronto se intercambian. No, no es eso. Sólo es que nos sorprende, que eso no es posible. Sencillamente que no es normal. Pero, asustarte, ¡jamás! asombrarte, ¡nunca! Eso le gusta a todo el mundo que se lo digan. Lo que sí es cierto, es que cuando te paras y reflexionas meditando detenidamente, llegas a la conclusión diciendo para tú interior: ¡ojo! “aquí pasa algo” “esto no puede ser” Desgraciadamente vemos que todo se derrumba. Pero a pesar de todo, nunca nos damos por vencidos y recurrimos a todo lo que tenemos a nuestro alcance, y armado de una gran dosis de paciencia y constancia, a pesar de los rechazos e incesantes desprecios, intentamos, ¡lo imposible! No lo podemos creer, pero cuando agotados todos los recursos, y a pesar de haber puesto todo nuestro empeño, ves que todo es en vano.
Nunca llegas a creértelo, pero sucede. Todo aquello que habías imaginado se viene abajo, quedándote abatido y al mismo tiempo obsesionado, cuando más lo necesitas y sobre todo en los peores momentos de tú vida, pensado en lo que podría haber sido. Sin embargo, a través del tiempo, nuestra mente se va haciendo cargo de nuestros propios sentimientos, y se va organizando, plateando nuevas actitudes, a fin de crear situaciones, que uno mismo pueda quedar convencido, de que las cosas no son como al principio nos las hacían ver. Si lo analizamos bien, nuestras vidas están llenas de suertes y desgracias, de amigos y enemigos, de alegrías y desilusiones; todo nos conduce a un cúmulo de sorpresas, que cada vez nos sorprende más, y que jamás llegaremos a entender, por mucho que lo intentemos.
Pensemos que casos como este ocurren muy frecuentemente, aunque nos parezca que puedan ser imposibles. Por tanto, deberíamos acostumbrarnos a todo tipo de situaciones. Pensemos que todo puede surgir, por tanto, no hay que preocuparse. No nos hagamos heridas a nosotros mismo; al contrario, esas heridas sólo se convertirán en cicatrices y con el tiempo, éstas ya no dolerán, sólo quedará unas marcas que te harán recordar, lo que pudo ser y no fue.  Si recapacitas, aprovéchalas y piensas que siempre tenemos a mano un sinfín de inmensos recursos, con la garantía de que nuestras “puertas” siempre las mantendremos abiertas, a la espera de nuevas esperanzas

Meditación: ¡Gracias por tan poco, pero “nada” sería muy triste!

No hay comentarios:

Publicar un comentario