lunes, 21 de enero de 2019

Compasión o lástima.


 Es cierto que cuando hablamos de compasión hacia nuestros semejantes, es posible que se nos venga a la mente eso de: “pobrecillo”, “me das pena” Nada más incierto; la compasión es un proceso que se compone de tres partes: afectiva, (siento lo que tú sientes), cognitiva, (te comprendo) y de motivación, (quiero ayudarte). La compasión es algo más que la empatía; es la capacidad de entender la conducta y los sentimientos de los demás. La empatía consiste en una reacción cognitiva, y se trata de entender intelectualmente el sufrimiento del otro.
            Aunque reconozco que suele utilizarse muy habitualmente hacia un sentido de lástima, siempre considerando un matiz de inferioridad hacia el que sufre; el significado es muy distinto: se trata de un sentimiento entre iguales. Tendríamos que considerarlo como un estado emocional a la contemplación del sufrimiento de nuestros semejantes, el cual puede contemplarse como un motivo activo, capaz de orientarnos en la vida.
            Nuestra conciencia, cuantas veces nos permite percibir el sufrimiento ajeno, acercarnos a él y aceptarlo con sentimiento propio. Existen momentos que participamos de las virtudes y de las debilidades de cualquier ser humano, el cual nos pone en antecedente de un sufrimiento “compartido” considerando una cierta participación que tenemos hacia él, que es el mismo que cualquier otra persona tendría en nuestro caso. Es como un “afecto” que sentimos hacia nosotros mismos, el cual no lo deberíamos considerar como egoísmo, ya que nos permite tratar con el mismo afecto o cariño como podríamos tratar a cualquier persona que la consideremos querida.
Tener compasión y sentir lástima no es lo mismo, como anteriormente decía, Muchas veces contemplamos la desgracia como algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar “¡qué sería de nosotros en esa situación!”, pero no hacemos nada por cambiarla. En este caso, debemos sentir compasión por nosotros mismos. En estos casos es cuando debemos poseer una buena dosis de sensibilidad, la cual está considerada de percibir no sólo ese sufrimiento ajeno, sino de compartir dicho sufrimiento desde su origen. A veces experimentamos esto, de forma inadecuada, incluso cruel, puesto que utilizamos su fin de forma que nos alejamos del principio de empatía y lo manipulamos de forma que puede llegar al caso de torturar.
Con el valor de la compasión reafirmamos y perfeccionamos otros valores como la generosidad y el servicio hacia los demás, puesto que al mismo tiempo ponemos a disposición de ellos, nuestro tiempo y nuestros recursos. Siempre esa compasión de que hablaba al principio, es sencillamente darnos a nosotros mismo la satisfacción del consuelo y la serenidad de compartir de forma natural lo que realmente desearíamos que hicieran con nosotros en esa misma circunstancia.
Para practicar la compasión debemos intentar ser comprensivos con los demás, todos nos equivocamos alguna vez. Piensa en alguna ocasión en que te hayas equivocado y recuerda si alguien fue compasivo contigo, “quizás te hizo ver tu error, pero no te juzgó” No olvides que: “Nada se acaba, lo que siempre se recuerda”

Meditación: La compasión nos mueve a ayudar a los demás, la lástima a entristecernos.

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