Decía en uno de mis
artículos, que la vida nos presenta continuamente, facetas, épocas y
situaciones distintas, a veces tremendamente complicadas; ¿Por qué empeñarnos
en mantenerlas siempre presentes? ¿Por qué nos empecinamos en recordarlas, si
sabemos que el solo hecho de mencionarlas, ya nos hace daño? Nuestra mente está
llena de almacenamientos que se van incorporando desde que nacemos, ya sean creencias,
conceptos, situaciones, etc., casi todas por lo general cada vez más complicadas.
Entonces, te pregunto: ¿por qué no cerrar definitivamente esas etapas?
Si deseas olvidar,
¡olvida! Si crees que debes perdonar, ¡perdona! Piensas siempre que ni no
cierras esa etapa, jamás podrás abrir otra. Lo fundamental es descubrir que
siempre optamos con una nueva posibilidad, una nueva alternativa y una nueva
opción, para emprender una nueva etapa. No guardes rencor, ni ira, ni
desprecio, ni indiferencia, ni desconfianza; analizas que hemos sido diseñados
para que nuestras vidas se manifiesten lo más felizmente posible, por tanto,
enfócala desde el presente, para poder alcanzar un futuro lleno de posibilidades.
El éxito no
entiende de tiempo, ni de resultados. Observas que tienes un potencial y una
capacidad lo suficientemente necesaria, para poder abordar ese pasado que
tanto daño te hizo. Nunca actúes por temor a fracasar, debido a que esas
“posturas” son siempre lamentables, generando ideas que sólo llegan a
confundirnos aún más, e impidiendo que no encontremos la forma de cerrar aquellas
etapas. Observa que existen momentos relevantes, en todos los perjuicios que
debemos dejar de lado y poder transitar sobre un sentido justo ante una nueva
posibilidad.
Así decimos que
cuando se disipan las dudas, florece la esperanza y todo es posible. Siempre
las equivocaciones son también señales de advertencia que, si las tenemos en
cuenta permanentemente, pueden servirnos para evitar reincidir nuevamente. Si
somos personas que nos negamos a admitir nuestras propias equivocaciones, jamás
sacaremos nada bueno de ellas. Es cierto que cuando nos equivocamos, tenemos
cierta tendencia a ignorar o culpar a otros. Asumir nuestros fallos e intentar
sacar consecuencias positivas, llevándonos a una visión más amplia de la
realidad y dotándonos de nuevas experiencias para el futuro. De esa manera
sucede que, cuando nos impedimos limitar esos “cambios” o a cerrar esas etapas,
nos paralizamos y anulamos todo lo que está por delante. No voy a negar que el
pasado forma parte de nuestras vidas, e indudablemente ha contribuido a que
seamos lo que somos. Pero, ¿por qué no, desprendernos de él si nos hace daño y
nos atormenta?
Nunca nos hemos parado a pensar que en todo
error siempre hay un “beneficio”, una nueva oportunidad, el quid es saber
encontrarlo. Porque si no fuera así, no existiría ese dicho popular que nos dice:
“de los errores se aprende” ya que, si durante toda nuestra vida nos empeñamos
en vivir pensando en el pasado, jamás podremos vivir el presente, sin poder
desprendernos del influjo que nunca nos dejará avanzar. De modo que la
respuesta es relativamente sencilla; todo consiste en cerrar esas etapas que
tanto nos atosiga, y volvamos a vivir con nuevas energías, e intentar olvidar
los malentendidos, abriendo de nuevo las puertas a una posibilidad para que a
través de ellas podamos manifestar esos sentimientos que nos hagan conectar con
la auténtica felicidad.
Meditación:
Para poder seguir, a veces tenemos que empezar todo de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario