No hace mucho
tiempo, escribí uno de mis pequeños artículos, en el cual hacía relación a la
lectura de un libro, comparándolo de forma metafórica al interés del
conocimiento de una vida. En él, intentaba hacer ver que, cuántas veces el
hecho de leer un determinado libro, nos puede hacer comprender lo que el autor
intenta que sepamos a través de su lectura, relacionando su contenido con el
paso de una vida.
Todo
es cuestión de imaginación y haciendo alusión al pequeño gráfico que lo
ilustraba, nos dejaba entender que el hipotético lector, a pesar de haber
dejado un gran periodo de tiempo de leer “ese libro”, aún tenía la intención de
retomarlo de nuevo, no sabemos cuándo; pero el hecho de haber dejado ese
separador representado por una rosa, casi a la mitad de su contenido, nos hacía
prever que fuera posible que en algún momento se interesara de nuevo por su
lectura, entendiendo que aquella acción, representaba que algún sentimiento
hubiera quedado a través de su paso por ella.
Tengo
entendido que sus primeros capítulos fueron “devorados” con enorme entusiasmo,
y apasionamiento. Cada capítulo llenaba al lector de un verdadero estado de
emoción, llegando incluso a dejar de realizar las primeras tareas del día, para
interesarse por su contenido, por no decir que hasta algún “madrugón” hizo que
se emocionara con su lectura. ¡Era una auténtica pasión! Sus ojos brillaban a
cada pequeño capítulo que pasaba por su mente. Era tal su apasionamiento que a
pesar de ir cumpliendo con las tereas que el día le presentaba, no dudaba en
volver, sobre todo al atardecer e intentar “leer” algo nuevo, que le dejara
irse a descansar o soñar ante un estado de emoción, pasión, ilusión, etc. ¡Nunca
sabremos qué interés le podría producir aquellos “relatos”, ni entender que
sucedió al quedar interrumpido, allí donde quedó aquella hermosa flor.
Como
decía al principio, no fueron unos días, ni meses, sino años lo que aquella
lectura quedó completamente paralizada, allí donde quedó esa flor, la cual representaba
algo de esperanza de que algún día pudiera reanudarse. Pero hoy he vuelto a ver
esa flor y desgraciadamente ha sido arrojada al mar, como muestra el gráfico,
indicando que ese libro se ha cerrado definitivamente, y que ya jamás se mostrará
ningún interés por saber lo que aún quedaba por leer.
He
de decir, que para mí he sentido una verdadera tristeza, al mismo tiempo que
una profunda decepción. Cada decepción en la vida es como una puerta que se cierra
en nuestro interior, aunque no deberíamos preguntar nunca, porqué fue cerrada. A
veces esas decepciones son de carácter hirientes y otras nos producen tal
contrariedad que hacen que lleguen a nosotros en forma de lectores escépticos
respecto a no confiar en los demás.
Reconocer también que al leer ese libro que
representaba una vida, existieron muchos momentos de felicidad y hermosos
momentos que nos hicieron ver cuánto apreciamos y cuánto llegaron a
apreciarnos, pero algo se truncó, quedando todo en un efímero recuerdo que ante
aquello, no permitió seguir su lectura. Es importante saber y comprender que
esas decepciones, provocan en nuestras almas, heridas difíciles de cicatrizar,
aunque no imposible de curar.
Sólo
puede haber una justificación para actuar de dicha forma, y es, haber encontrado
otro libro que te apasionara más, pero en tu interior, siempre habrá una voz
que te diga: “este libro será muy bueno, pero como aquel, no encontraré ninguno
mejor”
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