domingo, 24 de abril de 2016

¡Qué tremenda decepción!

            No hace mucho tiempo, escribí uno de mis pequeños artículos, en el cual hacía relación a la lectura de un libro, comparándolo de forma metafórica al interés del conocimiento de una vida. En él, intentaba hacer ver que, cuántas veces el hecho de leer un determinado libro, nos puede hacer comprender lo que el autor intenta que sepamos a través de su lectura, relacionando su contenido con el paso de una vida.  
             Todo es cuestión de imaginación y haciendo alusión al pequeño gráfico que lo ilustraba, nos dejaba entender que el hipotético lector, a pesar de haber dejado un gran periodo de tiempo de leer “ese libro”, aún tenía la intención de retomarlo de nuevo, no sabemos cuándo; pero el hecho de haber dejado ese separador representado por una rosa, casi a la mitad de su contenido, nos hacía prever que fuera posible que en algún momento se interesara de nuevo por su lectura, entendiendo que aquella acción, representaba que algún sentimiento hubiera quedado a través de su paso por ella.
            Tengo entendido que sus primeros capítulos fueron “devorados” con enorme entusiasmo, y apasionamiento. Cada capítulo llenaba al lector de un verdadero estado de emoción, llegando incluso a dejar de realizar las primeras tareas del día, para interesarse por su contenido, por no decir que hasta algún “madrugón” hizo que se emocionara con su lectura. ¡Era una auténtica pasión! Sus ojos brillaban a cada pequeño capítulo que pasaba por su mente. Era tal su apasionamiento que a pesar de ir cumpliendo con las tereas que el día le presentaba, no dudaba en volver, sobre todo al atardecer e intentar “leer” algo nuevo, que le dejara irse a descansar o soñar ante un estado de emoción, pasión, ilusión, etc. ¡Nunca sabremos qué interés le podría producir aquellos “relatos”, ni entender que sucedió al quedar interrumpido, allí donde quedó aquella hermosa flor.
           Como decía al principio, no fueron unos días, ni meses, sino años lo que aquella lectura quedó completamente paralizada, allí donde quedó esa flor, la cual representaba algo de esperanza de que algún día pudiera reanudarse. Pero hoy he vuelto a ver esa flor y desgraciadamente ha sido arrojada al mar, como muestra el gráfico, indicando que ese libro se ha cerrado definitivamente, y que ya jamás se mostrará ningún interés por saber lo que aún quedaba por leer.
           He de decir, que para mí he sentido una verdadera tristeza, al mismo tiempo que una profunda decepción. Cada decepción en la vida es como una puerta que se cierra en nuestro interior, aunque no deberíamos preguntar nunca, porqué fue cerrada. A veces esas decepciones son de carácter hirientes y otras nos producen tal contrariedad que hacen que lleguen a nosotros en forma de lectores escépticos respecto a no confiar en los demás.   
            Reconocer también que al leer ese libro que representaba una vida, existieron muchos momentos de felicidad y hermosos momentos que nos hicieron ver cuánto apreciamos y cuánto llegaron a apreciarnos, pero algo se truncó, quedando todo en un efímero recuerdo que ante aquello, no permitió seguir su lectura. Es importante saber y comprender que esas decepciones, provocan en nuestras almas, heridas difíciles de cicatrizar, aunque no imposible de curar.
            Sólo puede haber una justificación para actuar de dicha forma, y es, haber encontrado otro libro que te apasionara más, pero en tu interior, siempre habrá una voz que te diga: “este libro será muy bueno, pero como aquel, no encontraré ninguno mejor”
 
Meditación: La vida es una constante ruleta de tristezas y de lágrimas, sin embargo también existen los buenos recuerdos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario