martes, 19 de abril de 2016

Entre lo real y lo absurdo.

                Es cierto que a veces llenamos nuestra vida y la completamos de “necesidades” absurdas, aceptando y exigiendo situaciones que se nos escapan a nuestra propia razón. Muchos confundimos ser humanitarios con ser emocionales en un sentido puramente impulsivo. Y si lo pensamos bien, no es así. Claro que ser humanitario es un acto emotivo, pero también es de bondad, de reflexión profunda, de querer ayudar al prójimo lo cual nos lleva a la solidaridad. Deberíamos asumir que las cosas no tienen por qué salir siempre bien. Si fuéramos capaces de admitir lo absurdo, nos liberaríamos de aquellos injustos sentimientos de culpas.
             Y si no queremos ser ingenuos tenemos que actuar con cautela y  precisión. Puesto que la disciplina reflexiva es necesaria para que los pensamientos no nos lleguen atropelladamente y no nos hagan llevar a conclusiones absurdas que muchas provienen  de la rigurosidad con que manejamos los conceptos tal como los producimos. Rigurosidad y sinceridad, deberían ser nuestro grito de guerra. Pero la vida nos hace saber que ante cualquier planteamiento por impecable que sea, siempre subsiste lo absurdo, permitiendo la consideración, que si las cosas no nos salen como estaban previstas, puede que hallamos cometido un error de cálculos o simplemente hemos considerado un planteamiento absurdo.
            Decía en unos de mis artículos que mientras vivamos, la vida continuamente nos presentará inevitablemente problemas que resolver, por tanto no la deberíamos tachar de absurda desde el punto de vista lógico, puesto que la vida está ocurriendo. Nuestra vida no la podemos tachar de situaciones absurdas, ya que eso sería acusarla de imposibilidad, aunque en efecto siempre es posible que esto ocurra. Llamar a la vida absurda es incurrir en una contradicción con nosotros mismos. Es posible que seamos nosotros los absurdos al afirmar tal cosa.
           En el transcurso de nuestra vida ¿cuántas veces se nos plantea el dilema de la necesidad de descubrir lo real, a través de lo absurdo y enfrentarnos con ella? Siempre existe la lucha de ese “pánico” a la propia realidad. En verdad nos causa   miedo, porque éste se encarga de oponerse a nuestros deseos, de imponernos sobre todo el manto limitador al que siempre hemos llamado destino y que se nos presenta como un desencanto al que hemos accedidos, mostrándonos la auténtica verdad de lo absurdo.
           Los primeros síntomas de lo absurdo es notar una sensación de sentirnos extraños en el mundo, sin saber qué hacer. Es como un exilio sin remedio y privado de los recuerdos, que a veces perdidos sin esperanza de algo prometido. Ya sería de una manera absurda plantearnos el verdadero problema de la vida misma, ya que de esa manera nos  presentamos ante un modo simplemente sencillo. Si la miramos como un problema humano, solo el hecho de analizarla, su sentido no debería interpretarse nunca en modo alguno, como síntoma extraño.  La verdadera expresión de la vida está el ser humano cuando nos plateamos lo absurdo que lo vemos. Recuerdo la primera vez que mi padre me dijo que algún día yo tendría que morir. Mi pensamiento nunca había cruzado esos límites, sólo sé que me llenó de abatimiento y desde entonces me embargó una tremenda tristeza. Aunque siempre pensaba que eso tardaría mucho en ocurrir, hoy presiento que pronto llegará. A pesar de todo, y a través de mis reflexiones he llegado a comprender que  debo admitir lo absurdo que es la vida misma.
 
Meditación: El único sitio donde el éxito viene antes que el trabajo es en el diccionario.

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