¡Cuántas veces
creemos que todos está dicho, que no hay nada de qué hablar, que todo está
zanjado. En nuestra vida siempre tenemos mil tareas pendientes. Pero, ¿por qué
existen algunas de las cuales, las vamos posponiendo y no las terminamos? Es
quizás: porque no deseamos verle un significado, o es posible que por algunas
circunstancias no deseamos verlas resueltas, o por temor a ver que durante
mucho tiempo hemos obrado mal y ahora nos sería muy incómodo encontrarnos con la
verdad.
Entonces ¿qué
nos sucede? Si nos dejamos llevar, terminaremos acumulando por cada día que
pasa un gran número de situaciones, que no tendrían por qué tener ese
interrogante. Así solemos dejar esas “cosas” que no nos gustan y las dejamos
para otro momento en el futuro. Aunque ¡cuántas veces nos preguntamos!
Entonces: ¿Cuál es el momento? No pretenderás dejarlo así para una eternidad.
Sí, sé que existen momentos a través del cual, nos proponemos tomar una actitud
positiva, pensando en que no dejaré pasar ni un día más e intentaré poner fin a
esa situación tan incómoda. Pensando en que no va a quedar más tiempo
pendiente, y digo: “Voy a realizarlas ahora mismo y así deshago esa
incertidumbre que cada día que pasa se me hace más difícil de solucionar”
Es decir: busquemos
una motivación para de una vez y a través de un diálogo razonable, encontrar la
forma de dilucidar aquello que tanto nos atenaza, y dejar de una manera u otra,
no volver a dejarlo pendiente. Siempre se ha dicho que no existe situación más
vulnerable y más frágil que la atención a nuestros semejantes. Para vivir en
paz deberíamos analizar ese elemento primordial que todo ser humano posee y que
no es otra cosa que la palabra. Sólo ella y a través de ella, nos hará
desprendernos de esa actitud negativa de la cual no intentamos apearnos, puesto
que para no caer en el vacío, irremediablemente debemos relacionarnos con las
personas, sólo con la intención de no volver a dejar nada pendiente por más
tiempo.
Estas
situaciones implican inseguridad, dudas, etc., es sencillamente “no saber tomar
una decisión”, que al mismo tiempo se
traduce en movimientos oscilatorios, que equivalen a ese ir de un lado a otro,
sin proponernos definitivamente una dirección. Ante esto, la única regla de oro
es hablar, aunque sea de lo que tú creas que pasó, de lo que sentiste, pero sin
acusaciones, sin juicios ni reproches, puesto que si aparece algo de todo esto,
el diálogo fracasará y volvemos a llegar de nuevo al primer punto de partida.
Ese
algo pendiente, aunque tarde siempre puede llegar. Es triste dejarlo en esa
situación que no conduce a nada y que sólo sirve para crear más interrogantes
de carácter negativo. El decidirse a terminar con una solución positiva, ya sea
con la aceptación de uno o de otro, nos llenará de tranquilidad y puede que se
traduzca en algo efímero, como la satisfacción de haber acabado con eso que
durante tiempo siempre estuvo presente, aunque para ello le tengamos que
dedicar tiempo, esfuerzo o lo que sea.
Pensemos que a pesar del tiempo
transcurrido, todas las dudas, las correcciones, o incluso nuestras propias críticas
internas, se terminarán dejando acabado aquello que siempre hemos considerado
como algo pendiente.
Meditación:
Siempre hay una solución para cada problema, una sonrisa para cada lágrima y un
abrazo para cada tristeza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario