martes, 18 de agosto de 2020

La meditación.

 

            Aunque la ciencia se interesa ahora por la meditación, distintas tradiciones la han practicado durante miles  de años, y un gran número de personas han comprobado por sí  mismas los beneficios que supone. Esta es una herramienta que sirve para introducirnos en nuestro interior y ver nuestras  deficiencias  psicológicas, emocionales y psíquicas, desde el conocimiento de lo que somos en realidad, para realizar el camino de nuestra propia recuperación.
        El proceso de “calmarse y centrarse” son todos caminos que nos permiten beneficiarnos del poder terapéutico de la meditación, que carece de efectos positivos y, además ¡es gratuito! Normalmente vivimos en un estado de tensión y nervios en el que nuestros problemas más profundos quedan enmarcados por otros sucesos más triviales o también por la sucesión de los días de nuestro trabajo diario.
        La meditación es un estado de percepción del presente en el que no interviene el pensamiento. En este estado, ya no hacemos ni pensamos nada, simplemente somos. Sin embargo, la meditación es algo más que un fenómeno psicológico, como muchos creen, está directamente asociado a un gran número de cambios físicos en el cerebro.
           Meditar es experimentar el alivio del desasosiego y de la rutina constante de la mente para sentir el silencio y la paz interior. Existen muchas maneras de lograr estas técnicas de meditación, para cual se adecua a nosotros mismos. En realidad, cuando estamos en estado de meditación, la mente como entidad no existe. Pero si observamos, existe una sucesión de pensamientos que son más o menos automáticos.
       Estos pensamientos surgen como burbujas salidas de nuestro interior. Algunos nos resultan agradables, otros desagradables y otros neutrales en contenido de sentimientos. Es muy posible que éstos, desaparezcan casi de inmediato, otras veces insisten en perdurar en nuestra conciencia, reclamándonos nuestra atención, de manera obsesiva o persecutoria.
         Todo esto es debido a que el sentimiento sigue al pensamiento, pudiendo hacernos sentir cualquier cosa, desde feliz, eufórico, deprimido o desesperado. Empezar a meditar, no quiere decir que necesariamente tengas que cambiar de peinado y mudarte a vivir en un templo, tampoco tiene que ver con la religión. De hecho, puedes acercarte a esta práctica de forma neutral y objetiva. Simplemente como si se trataras de una rutina de ejercicio para tu cerebro,
        Solo deciros para terminar de una forma breve, que la meditación aumenta la felicidad al favorecer estados mentales positivos, como la compasión, la amabilidad, el amor, la amistad, la generosidad, la paciencia y sobre todo la tolerancia, haciéndote ver cosas que parecen mentira que en algunas situaciones hayan podido suceder. Estos estados mentales positivos que genera la meditación, pueden hacerte recapacitar y comprender que cuando algo se pierde, nunca es definitivo, siempre que utilices, como decía en uno de mis artículos, llamado “la teoría del pensamiento”

 Meditación: Ayer fue una historia, mañana es todo un misterio.

 

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