En esto, seguro
que puedas darme la razón. “Qué nos cuesta, tomar decisiones” Eso es una
cuestión que se nos presenta infinidad de veces en la vida, pero insisto: la
verdad es que nos cuesta; siempre son comprometidas, al saber que determinación
tomar, y someternos al juicio de los demás sin saber si obramos bien o mal,
pero no nos queda más remedio que decidirnos por “algo”, incluso si nos
proponemos no tomar ninguna. También es una decisión, que nos acarreará todas
las consecuencias que esa situación conlleva.
Al tomar cualquier
decisión intentamos decir la verdad o al menos creer que lo que
decimos es lo más justo, por eso lo que sientes viene de tu interior,
mientras que lo que piensas suele ser una opinión personal, que en esos
momentos tratas de decir. Así sólo el hecho de decidir, nos provoca uno
temores, al no saber de qué forma gestionarlos. Es importante darnos cuenta que
tenemos que presentar un número de razones para para intentar convencer a los
demás que nuestra decisión es la más justa.
Pero, ¿cuántas
veces se nos presentan varias alternativas maravillosas y no vemos sumidos en
el más atroz de los sentidos? Es entonces cuando nos vemos atados a
nuestros temores, y nos presentamos como víctimas de nuestras propias
expectativas. La mayoría de las veces, esta actitud se nos hace más complicada,
al tener múltiples alternativas. Son momentos comprometidos como al principio
decía, porque podemos ser muy buenos encontrando soluciones y al mismo tiempo
no ser capaz de convencer y mucho menos, de qué forma llevarla a la
práctica.
Por tanto,
consideremos que tanto el miedo y su contrario, el valor a decidir son
cruciales para quien debe asumir el peso ante la toma de cualquier decisión.
Pero nunca dejaremos de reconocer un cierto temor o al menos incertidumbre, si
lo elegido es lo más correcto, no sólo para mí, sino para convencer
a los demás. Para tomar una buena decisión siempre es conveniente trazarnos uno
objetivos, lo cuales queremos conseguir, tratando de ofrecer toda la
información posible de forma relevante a fin de tener en cuenta las más
objetivas preferencias, para obtener el éxito deseado.
Cuando nos vemos
obligados a decantarnos por alguna opción determinada, siempre intentamos la
mejor, viéndonos forzados, a la espera de que los resultados nos sean
satisfactorios y por tanto no nos deje angustiados. Esa angustia que a veces se
nos presenta, es la de quien, tras haber tomado una decisión errónea, se ve
obligado de nuevo a llevar a cabo una nueva experiencia, con el temor que de
nuevo pueda equivocarse. Para decidir, tenemos que tener en cuenta que debemos
"afinar” mucho y sobre todo a donde queremos llegar.
Ciertamente hay
decisiones solitarias, que no requieren muchas explicaciones, pero cuando
afectan radicalmente a la vida de otros, hemos de esforzarnos en ser
cuidadosos, porque comprender es también hacerse comprender.
Existen decisiones
que las podríamos calificar de dolorosas, pero a veces son justas y necesarias
tomarlas a tiempo, a pesar de que tenemos que pagar un precio que nos afectará
al conjunto de nuestras emociones, inundando nuestro sentir de tranquilidad.
Son decisiones que nos llevan a decir “adiós”, dejándonos el corazón sumido en
la más profunda tristeza.
Meditación:
¿Cómo puedes saber si es la decisión correcta si nunca la tomas?
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