lunes, 13 de abril de 2020

¡Debemos decidirnos!


En esto, seguro que puedas darme la razón. “Qué nos cuesta, tomar decisiones” Eso es una cuestión que se nos presenta infinidad de veces en la vida, pero insisto: la verdad es que nos cuesta; siempre son comprometidas, al saber que determinación tomar, y someternos al juicio de los demás sin saber si obramos bien o mal, pero no nos queda más remedio que decidirnos por “algo”, incluso si nos proponemos no tomar ninguna. También es una decisión, que nos acarreará todas las consecuencias que esa situación conlleva.
Al tomar cualquier decisión intentamos decir la verdad o al menos creer que lo que decimos es lo más justo, por eso lo que sientes viene de tu interior, mientras que lo que piensas suele ser una opinión personal, que en esos momentos tratas de decir. Así sólo el hecho de decidir, nos provoca uno temores, al no saber de qué forma gestionarlos. Es importante darnos cuenta que tenemos que presentar un número de razones para para intentar convencer a los demás que nuestra decisión es la más justa.
Pero, ¿cuántas veces se nos presentan varias alternativas maravillosas y no vemos sumidos en el más atroz de los sentidos? Es entonces cuando nos vemos atados a nuestros temores, y nos presentamos como víctimas de nuestras propias expectativas. La mayoría de las veces, esta actitud se nos hace más complicada, al tener múltiples alternativas. Son momentos comprometidos como al principio decía, porque podemos ser muy buenos encontrando soluciones y al mismo tiempo no ser capaz de convencer y mucho menos, de qué forma llevarla a la práctica.
Por tanto, consideremos que tanto el miedo y su contrario, el valor a decidir son cruciales para quien debe asumir el peso ante la toma de cualquier decisión. Pero nunca dejaremos de reconocer un cierto temor o al menos incertidumbre, si lo elegido es lo más correcto, no sólo para mí, sino para convencer a los demás. Para tomar una buena decisión siempre es conveniente trazarnos uno objetivos, lo cuales queremos conseguir, tratando de ofrecer toda la información posible de forma relevante a fin de tener en cuenta las más objetivas preferencias, para obtener el éxito deseado.
Cuando nos vemos obligados a decantarnos por alguna opción determinada, siempre intentamos la mejor, viéndonos forzados, a la espera de que los resultados nos sean satisfactorios y por tanto no nos deje angustiados. Esa angustia que a veces se nos presenta, es la de quien, tras haber tomado una decisión errónea, se ve obligado de nuevo a llevar a cabo una nueva experiencia, con el temor que de nuevo pueda equivocarse. Para decidir, tenemos que tener en cuenta que debemos "afinar” mucho y sobre todo a donde queremos llegar.
Ciertamente hay decisiones solitarias, que no requieren muchas explicaciones, pero cuando afectan radicalmente a la vida de otros, hemos de esforzarnos en ser cuidadosos, porque comprender es también hacerse comprender.
Existen decisiones que las podríamos calificar de dolorosas, pero a veces son justas y necesarias tomarlas a tiempo, a pesar de que tenemos que pagar un precio que nos afectará al conjunto de nuestras emociones, inundando nuestro sentir de tranquilidad. Son decisiones que nos llevan a decir “adiós”, dejándonos el corazón sumido en la más profunda tristeza.

Meditación: ¿Cómo puedes saber si es la decisión correcta si nunca la tomas?

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