Es fácil decir que
así deberíamos comportarnos, pero siempre estamos con esa tremenda obsesión de “me
gustaría ser como… “desearía parecerme a… En definitiva, es como una
continua dependencia, ante la cual nos vemos atados, sin remisión, tratando de
ser aquello que en realidad nunca fuimos ni seremos. Por lo general los seres
humanos somos imperfectos, y a veces decepcionantes, a pesar de que nuestro
físico pueda ser atrayente.
Se puede ser feo,
mayor de edad, calvo, etc. pero lo realmente importante, es como es su
interior, ya que a pesar de esos defectos (por llamarlos de alguna manera), se
pueden tener cualidades que “enamoran”, sólo por tu cordialidad, tu sinceridad,
tu amabilidad, tu forma de comunicarte con los demás, etc., etc. en definitiva,
vayas donde vayas siempre eres admirado, solo con tu presencia. A pesar de todo
lo dicho, habrá momentos en nuestra vida en que parece que nada tiene sentido,
pensando o creyendo que todo lo que haces, te sale mal. En algún momento
aparecerán esas situaciones que te sentirás ganador y es cuando comprenderás
que no era necesario martirizarte con emular a esa persona a la que siempre
quisiste parecerte.
No
pienses nunca que pueda acabarse el mundo porque alguien ya no te aprecie, sólo
necesitamos tiempo, para comprender determinadas “cosas” que es posible que
ahora no fueron capaces de apreciarse, pero quizás con el tiempo, esas heridas
puedan llegar a cicatrizar sin necesidad de ninguna apariencia artificial. Vivir
en una dualidad permanente que nos limita, estando continuamente sometidos,
entre medias mentiras y falsas creencias, haciendo que todo se focalice en
falsedades y apariencias, que solo nos llevarán a debilidades personales y al
terrible y continuo comportamiento de una doble vida. ¿Cuántas veces aquella
persona que circunstancialmente tuviste la ocasión de conocer o se presentó
ante tu vida, era un regalo de Dios? pero venía “envuelto” ante una
desconfianza desagradable y sin pensarlo lo desechaste, sin pensar cuál era su
contenido. Por tanto, somos libres de decidir, que apariencias y que reglas
deberíamos seguir ante una prematura decisión, puesto que lo más curioso es
que, frecuentemente, cuando decidimos no darle importancia a esos juicios que se
nos presentan, hace que exista un recelo al rechazo debido al sometimiento que
hacemos al juzgar.
Las
apariencias, siempre crean dependencias, como decía al principio, aunque es
curioso estudiarlas debido a una transformación de desdoblamiento de la
auténtica personalidad, tomando siempre mostramos actitudes que a veces no
podemos controlar, y llegamos situarnos ante una continua evidencia ante los
demás. El deseo de estar continuamente aparentando lo que no somos, puede
causarnos a la larga verdaderos traumas y hacernos mucho daño, debido a que
nunca esas apariencias, por mucho que queramos, son auténticas, sólo nos harán
“maquillar” nuestros propios sentimientos, demostrando ante los demás unas
intenciones, que jamás pueden representar a nuestra propia identidad.
Meditación:
Las personas son ridículas cuando quieren parecer lo que no son.
No hay comentarios:
Publicar un comentario