miércoles, 22 de enero de 2020

Vivir en soledad.


Aunque muchos podamos en ocasiones permanecer solos, el temor a la soledad es un estado que requiere ser atendido para evitar sufrimientos. Ese temor es contraproducente en aquellos casos en los cuales una persona está inmersa en una relación destructiva, dado que no le permite salir de ese estado en el cual se encuentra.  Simplemente es razón de no quedarse solo. Ese temor hace que nos sintamos incapaces de soltar esa relación que no funciona, por mucho que estemos sufriendo con ella.
Para muchos la soledad equivale al infierno: buscamos esquivarla a cualquier precio. Sobre todo, cuando nos conduce hacia nuestro mundo interior, en el cual nos asustamos y nos sentimos incómodos. Hay momentos en nuestra vida que estamos llenos de angustia y desprovisto de sentimientos de seguridad, por eso nos parece aterrador. Siempre hemos tenido momentos en nuestra vida, incluso experiencias que fueron difíciles de asimilar, siendo estas el motivo de vivir la soledad con ansiedad.
Todos deseamos comunicarnos con aquellos seres queridos que amamos y apreciamos; formas con las que muchos nos comunicamos sin palabras, por eso en cuanto usamos las palabras, las convertimos en etiquetas, que tomamos con realidades.
Al hablar decimos lo que creemos que es correcto, pero a veces la otra persona no capta nuestra forma de expresarnos, por lo que nuestras palabras no producen el efecto deseado de aclarar una situación a fin de fomentar un entendimiento mutuo. A solas, podemos escuchar tal vez el murmullo incesante de cuanto pensamos. Todos pasamos por épocas en que no tenemos a nadie en quien apoyarnos, nadie con quien compartir experiencias, ni a quienes contar cuestiones personales e íntimas, con quien podríamos intercambiar ideas, con el simple deseo de que comprendan nuestros sentimientos personales en momentos determinados.
¿Cuántas personas viven una situación de silencio por el rechazo social a que se ven sometidas? El mundo nos empuja a momentos críticos, pero en medio de toda esta situación aparecen luces en el trayecto de la vida, hombres y mujeres de fe, capaces de detenerse en el camino para escucharnos. A lo largo de nuestra vida y sobre todo en los momentos de dolor, solemos experimentar abandono y lejanía, parece que Dios no interviene en nuestro drama humano y a menudo surge la pregunta ¿por qué a mí? Es entonces cuando el que sufre llega incluso a reprocharle a la Providencia su abandono, y es justo cuando las fuerzas más fallan.
Es cierto que nos gusta la compañía de las gentes, las actividades, los eventos sociales, pero si nos encontramos algunas horas en soledad, es cuando debemos tener la suficiente capacidad para vencer esos momentos que nos angustia. El silencio interior es esencial para poder oír la llamada de la belleza y poder responder a ella. A veces nos dejamos llevar por el pesar. En realidad, ante esa situación, volvemos a establecer lazos de unión afectivos, siendo el objetivo principal, determinar esos “lazos” de unión para no estar concentrado en la soledad, y recuperar un nuevo proyecto de vida.
Pensemos siempre que cuando estamos en una etapa tan oscura, debemos valorar mucho más la luz, y darnos cuenta de que cuando estás en tu peor momento tienes más recursos de los que crees.

Meditación: No tiendas a eliminar a las personas del pasado; eso solo da soledad.

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