Si nos paramos a
pensar: en esta vida nos puede pasar de todo, en cualquier momento, pero
reconozcamos: ¡cuántas veces sufrimos
inútilmente! Nos daremos cuenta que, ante este hecho, nos vemos obligados a
imaginarnos que somos frágiles. Por tanto, me pregunto: ¿Qué podemos hacer?
¿Qué podríamos decirnos a nosotros mismos cuando nos vemos en nuestra
fragilidad, desde esa imagen de impotencia?
En general, cuando
nos sentimos tristes es porque hemos perdido algo, ya sea real o fantaseado. Es
decir, que carecemos de aquello que antes tuvimos y ahora es cuando
verdaderamente no hay posibilidades de recuperarlo. Es por ello, que ese
sufrimiento nos implica la ausencia de energía, dejándonos inactivos para ceder
paso a la aceptación, ante esa nueva situación. Al no tener esta fuerza, no nos
queda más acción posible que la de aceptar, contribuyendo a dejar de “forzar” la realidad. Es decir: aquello
que antes manteníamos, ahora, debido a la ausencia de energía es cuando se apodera
esa sensación de sufrimiento inútil,
que nos hace imposible sobreponernos.
Vivimos sumidos en
el sufrimiento. Pero: ¿por qué hay sufrimiento? ¿No podría ser la vida sin
dolor, sin enfermedades, sin violencias, sin desgracias, sin temores, etc.
Siempre diremos
que; el dolor es inevitable, pero el
sufrimiento es opcional, siendo esa la conclusión a la que debemos llegar.
Una gran verdad desconocida a la que tendríamos que prestar más atención. A
veces no podemos escapar a ciertas cosas que sabemos que nos harán daño, pero
sí podemos escoger cómo éstas nos afectan. Es difícil, que a nadie le gusta el
dolor, no obstante, tan sólo tenemos que evitar algunas actitudes que no nos
benefician.
Aunque gran cantidad
de cosas no dependen de nosotros, hay algo que sí está en nuestro poder. Y es
el modo de reaccionar frente a lo que sucede, incluso cuando debemos optar
entre varias alternativas que no hemos elegido. Entonces, ¿cómo aceptar el
dolor? Del mismo modo que se habla, se camina, se construye una casa o se
maneja un ordenador: aprendiendo.
Es cierto que
podríamos pensar que el sufrimiento es una especie de azar en la vida, esto es,
le toca a unos más o menos de manera imprevisible. Aunque no es así del todo. A
salvo de los casos personales, hay determinadas circunstancias que nos permiten
asegurar que unas personas suelen sufrir más que otras. Por si fuera usted una
de las que ha acumulado sufrimientos, puede que le consuele comprobar, que sea
posible que sus circunstancias personales le llevaron a ese resultado. Lo malo
es que no hay ninguna ventanilla ante la que reclamar el exceso de sufrimiento.
Siempre decimos: ¿por qué a mí? Esta es la primera
actitud que al pensar nos viene a la mente, justificando que no es justo, puesto
que hemos actuado bien y que la suerte debería estar de nuestra parte. En
verdad, es una manera de rechazar esa situación que te está provocando dicho
sufrimiento.
Un buen principio
moral es intentar que los demás, sobre todo los de nuestro círculo más íntimo,
sufran lo menos posible. No siempre es fácil. Las alegrías de unos hacen sufrir
a los otros. Ésa es la desventura del destino humano. Por lo menos queda el
consuelo de que los sufrimientos hacen el carácter y, ante este principio,
decimos: frente al error que nos ha causado ese dolor, aprendamos de él,
olvidando los detalles y siguiendo adelante. ¡no te tortures más! Perdónate a ti mismo y no sufras inútilmente.
Meditación:
Sufrimos inútilmente cuando nos torturamos por nuestros errores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario