lunes, 18 de marzo de 2019

La alegría genera felicidad.


La alegría es el sentido interior que nos ayuda a atravesar tiempos difíciles, aunque nos sintamos tristes. Sin alegría interior todos nuestros sentimientos dependen de lo que nos suceda. Cuando las cosas marchan bien afuera, nos sentimos bien, cuando las cosas marchan mal, nos sentimos mal. Sin alegría interior estamos continuamente entre el dolor y el placer de lo que nos sucede. Cuando dejamos de vivir con alegría perdemos nuestro estado de ánimo, junto a nuestra felicidad.
            Cierto es que no somos muy alegres, pero es posible que a veces tengamos buen humor, e incluso irrumpan en nuestra vida cotidiana euforias, más o menos caprichosas. Pero la alegría es otra cosa. No siempre los alegres suelen ser bulliciosos. Es más, la alegría es desconcertante y contagiosa.
            Los sentidos se nos abren durante la vida, nos enseñan a descubrir las primeras alegrías. Nos vienen, nos llegan, se ofrecen y a veces se van. Poco a poco, el ser humano va evolucionando hacia un estado de alegría menos sensitiva y más interior, en la medida en que accede a la completa madurez, de acuerdo con la armonía y al entendimiento con nosotros mismos, todo ello a través de la aceptación de la realidad que nos ha tocado vivir. De esta manera nos condicionamos hacia esa alegría que pone al hombre consigo mismo y con los demás, y que sólo es posible encontrarla, a través de los más nobles sentimientos que anidan nuestros corazones.
            La alegría es un modo de ser, un modo de hacer. Es hermoso estar contento. Pero es justo reconocer que lo más equilibrado, ha de ser siempre la situación más estable dentro de nuestro ánimo.
            No perdamos el tiempo mirando hacia atrás, para ver lo que los demás han hecho, mirar siempre hacia adelante y caminar confiados y alegres, practicando el bien y ayudando todo lo posible a quienes nos rodean.
            No es fácil proponernos ser alegres. Aprender a ser alegre es ajustar y armonizar nuestra existencia, para saber convivirla con los demás. Podemos quizás cultivarla cotidianamente y frecuentarla con quienes son capaces de proporcionárnosla.
            Entonces: ¿podemos ser más alegres? ¿Por qué estar toda la vida guardando rencor? ¡No sólo se!, ¡Como se puede vivir con esa pesada carga! En tiempo de alegría, nuestra fuerza es más vital, nuestro intelecto, más agudo y nuestro entendimiento menos oscuro.
            Para muchas personas la alegría es sinónimo de diversión, y así, buscamos mil maneras de distraernos en juegos, espectáculos y posiblemente en vicios. Es una idea totalmente errónea: la diversión depende de lo que sucede afuera, mientras que la alegría personal, es lo que sucede dentro de nosotros. Por tanto, deberíamos intentar comprender que la alegría, es un grato y vivo reconocimiento del ánimo, que puede manifestarse con signos exteriores, como la sensación de bienestar o el fruto de sentirse amado y saber amar.

Meditación: Las amistades son capaces de multiplicar tus alegrías y restar tus tristezas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario