Escribir siempre es una vía para expresar
lo que sentimos y, cuantas veces para manifestar nuestros deseos más profundos
a fin de poder alcanzarlos. Escribimos para quitarnos imágenes dolorosas
o para asentar hechos extraordinarios que en su tiempo fueron acaecidos; para
aceptar la ruptura de lo que creemos que fue perfecto.
La
escritura marca un antes y un después en nuestra historia personal, pero
también es importante, ya que los relatos y tradiciones orales se pierden o se
modifican a través de la palabra, dependiendo del interlocutor, mientras que
los escritos se tratan de documentos donde el autor emite un mensaje hacia un
destinatario a veces invisible pero que transmite una prueba irrefutable de su
contenido, quedando constancia. Sin embargo; ¿por qué escribimos?
Pensemos que nuestra mente es como una centrifugadora de ideas presentes y
pasadas, que funcionan a toda velocidad y si no la escribimos las perderíamos.
Escribir lo que
sentimos siempre nos ayudará a reconocer emociones, siendo posible
que pudiéramos llegar a entender el verdadero sentido de aquello que vivimos.
En ocasiones nos es difícil admitir que detrás de una sensación de rabia o ira,
por ejemplo, se esconda la vulnerabilidad o la tristeza, existiendo una
inseguridad que enmascara todo aquello que llevamos dentro.
Poner el corazón
en el papel puede tener consecuencias que van más allá de lo imaginable, dando
expresión a nuestro estilo de ver las cosas, facilitando de esa manera una
forma de entendernos. Cuantas veces escribimos aquello que nos sale del
corazón, de nuestro más profundo ser, haciéndolo plasmar en palabras lo que
sentimos, permitiéndonos conocer cómo somos, cómo nos afectan las
circunstancias de la vida, y cómo es esa rabia o esa frustración que sentimos, poniéndole
nombre sin necesidad de mirarnos a la cara.
A lo largo de
nuestra vida experimentamos muchos sentimientos para los que no basta con
darles voz, sino que necesitan ser escritos, secándolos a la luz para
ser vistos a través de las palabras y en frases a fin meditar una vez leídos. Si
te sientes mal, si estás triste, si estás alegre, si tu amor se ha marchado, si
alguien cercano ha fallecido, Escribe, y no pares hasta que te vacíes de
todas las letras que expresan tus sentimientos, y tus sensaciones. No lo pienses,
sólo escribiendo, más adelante lo comprenderás mejor.
Escribir nuestros
pensamientos es mucho más lento que hablar. Cuando uno escribe puede borrar
si te equivocas, puede agregar un pensamiento o editar lo que ya escribiste. Al
escribir nos permite meditar con mayor calma sobre los problemas y, sobre todo,
recapacitar en nuestras decisiones antes de llevarlas a cabo.
Escribir nos
permite abrir los sentidos, ponernos en contacto con los sentimientos
reprimidos y dejar “volar la pluma” como se suele decir. Una historia escrita,
nos permite regresar y repasar algún momento de nuestra vida, que a
veces es necesario para llegar a una conclusión determinada o tomar una
decisión. Si no nos paramos a pensar o reflexionar podemos tomar actitudes
apresuradas que posiblemente no sean correctas. A pesar de mis años, estoy
plenamente convencido que el ser humano es una persona en construcción,
desgraciadamente no estamos bien terminado; por mucho que vivamos, tenemos que
seguir aprendiendo, y por mucho que sepamos, seguiremos cometiendo errores.
Esto lo ratifica la demoledora situación de nuestro mundo.
Meditación.
Con el tiempo uno aprende a querer más… pero a menos gente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario