martes, 15 de agosto de 2017

Profundizar con la madurez.

Una de las señales de la madurez, no es otra que la capacidad de las personas para aceptar la responsabilidad de su propio talento, de desarrollar diligentemente esas habilidades que le fueron dadas por la Providencia, y de saberlas utilizar al máximo con todo tipo de sabiduría y generosidad. Esa estabilidad debería contener una gran dosis de prudencia y sensatez, que quizás no todos podamos entender e interpretar en su justa medida.
            Las personas relativamente maduras suelen tener una capacidad emocional y una identidad desarrollada, las cuales les hacen ser fieles a sí mismas, mostrando un comportamiento de acuerdo muy personal, y no según las modas o lo que dicte el grupo al cual perteneces. Fuertemente arraigadas en nuestra sociedad es la llamada “crisis de los sesenta” provocando inquietudes y al mismo tiempo suelen empujarnos a introducir cambios bruscos en nuestras vidas. Aunque pensándolo bien, es una magnífica oportunidad para hacer balance, valorar lo conseguido y descubrir lo que deseamos experimentar.
            No suelen ser personas pasivas ni dependientes, sino independientes y sobretodo asertivas, capaces de reconocer sus propios derechos, luchando incensantemente por ellos.
Hacen todo lo posible por reconocer sus defectos y errores, buscando soluciones a sus problemas en vez de culpar a los demás. Piden ayuda cuando realmente las necesitan, y las aceptan de buen grado, aunque no piden ayuda innecesariamente. No se sienten sometidas a los juicios de los demás, siempre obrando por sí mismo, aunque al mismo tiempo son dueños de sus actos. 
            El haber atravesado ese periodo de existencia, la vida suele significar, por lo general, que ya han tenido la oportunidad de haber establecido y consolidado una buena relación de pareja, de habernos formados en una profesión consiguiendo un mínimo de estabilidad económica. Existe una gran diferencia entre madurar y envejecer; muchos se equivocan. Creen que envejecer es madurar pero el envejecimiento pertenece al cuerpo  y la madurez al espíritu. Todo el mundo envejece, todos nos volvemos viejos, pero no necesariamente maduros.
            Son muchas las personas que sostienen que la auténtica felicidad es propia del principio y del final de nuestra vida. En el periodo medio, afirman que existen inquietudes que la mayoría de las personas identifican con la necesidad de ir modificando aspectos importantes de su propia existencia, materializado normalmente por cambios de aspectos personales, de ciudad o de pareja.
            La madurez significa culminar con la palabra dada. Las personas que carecen de ella son maestros de las disculpas, son aquellas que viven confusas, que no saben cómo organizarse, sus vidas se convierten en largas cadenas de promesas rotas, de amistades pasajeras, de negocios sin terminar, y de buenas intenciones que nunca llegan a materializarse.
            Piensas siempre en esos momentos de madurez, en todas las decisiones que tomaste tanto personales, familiares como profesionales, puesto que ellas pueden ser cruciales a través de los años vividos. Pero no te obsesiones a esas alturas poniéndote objetivos. Las grandes metas ya fueron conseguidas, solo quedan valorarlas. Puede que no hayas alcanzado todos tus objetivos, pero tratas de que no te causen ansiedad.

Meditación Una señal de madurez es la capacidad de estar a gusto con personas que no son como nosotros.


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