lunes, 30 de marzo de 2015

Saber estar de acuerdo.

           Siempre existen contradicciones, distintos enjuiciamientos, distintos puntos de vista etc., ¡Que difícil, verdad! Lo reconozco. Sobre todo cuando los argumentos no nos convencen, es cuando lo pasamos peor en contra de nuestra voluntad: ¿cuántas veces nos limitamos a aceptar decisiones, sin quedarnos plenamente convencidos. Pero la vida nos enseña a través de los años que debemos ser transigentes, si no; como se suele decir: “perdemos los papeles” y lo que llegamos a conseguir es a empeorar la situación.
            Dar una opinión sincera y argumentada, a veces no convence, no porque no tengamos razón, sino por el simple hecho de no compartir nuestro mismo punto de vista. En estos casos es mejor aceptarla y dejar de insistir. Resulta muy útil e inteligente darle importancia a nuestro desarrollo personal y emocional, puesto que con ello aumentamos nuestra capacidad para no destruir nuestras relaciones y al mismo tiempo mantenerlas armoniosamente. Aunque el hecho de no coincidir en la opinión con alguien no significa que estemos equivocados.
            Siempre es conveniente sopesar que existen personas muy sensibles a las críticas y el hecho de reaccionar con ellas con violencia, nos pone en situaciones en las que debemos ser comprensivos y no tratar abiertamente con dicha persona aunque esté equivocada. El tratar de llegar a un convencimiento “total”, puede que te sientas que actúas de forma vengativa, y eso sólo hará aumentar la agresión.
            En caso de que consideremos que nuestros argumentos son los correctos y no te los acepten, lo mejor es no discutir, escuchar sus propuestas y a continuación exponer las nuestras. Es posible que entonces lleguen a reconocer que sus opciones eran equivocadas. A pesar de una vez evaluados nuestros puntos de vista, vemos que nuestro contertulio persiste en su discrepancia, lo mejor es aceptar que es un problema suyo y que será él a la larga del tiempo quien tendrá que resolverlo. Tengamos la tranquilidad de que nosotros hemos hecho todo por nuestra parte, y no debemos desgastarnos, sólo llegaríamos a empeorar la situación.
           Si dudas siempre encontraremos personas, que a todos le encontrarán fallos y contradicciones, pero personalmente no hacen nada por resolver la situación. No es fácil tratar con ellos, puesto que su sinrazón y a veces su soberbia, se hacen intransigentes y se muestran completamente “cerrados”. Ante estas situaciones no debemos caer en nada que les contradiga, ya que en esos casos seremos nosotros los responsables de cualquier tipo de discusión, llegando casi siempre a sentirnos culpables. Tampoco suele ser recomendable tomar una actitud de defensiva, puesto que esto nos llevará a empeorar más la situación. 
           Y aquí es donde nos preguntamos: ¿ante esto, qué debemos hacer? En estos casos es conveniente mostrarse de formas que vean que aceptamos su enjuiciamiento, aunque en el fondo no estemos de acuerdo con sus propuestas, pero siempre les agradará y podremos continuar con la conversación y hacerles ver que puedes aceptar lo que dicen sin necesidad de darle la espalda. Todas estas determinaciones han de ser suaves, pacientes y sobretodo con buenas palabras; sólo así conseguiremos ver llegar su aprobación de forma inconsciente.
 
Meditación: Antes de juzgar a alguien piensa que hay una historia detrás de cada persona y una razón por la cual somos como somos.

viernes, 27 de marzo de 2015

Atreverse con las dificultades.

            Todo consiste en tomar las decisiones que nos permita pasar a las acciones eficaces, que nos hagan responsables y capaces de transformarnos. Así, cada vez que, nos lamentamos de los obstáculos que la vida nos presenta, sufrimos una derrota personal y tiramos la toalla; pensemos que cualquiera que sea la adversidad que llegue, ésta puede superarse. Todo llega a base de constancia, esfuerzo y sacrificio. Existen lugares con menos remedios y oportunidades que otras, y sin embargo las personas no dejan de ser  creativas ante los  problemas que se les presentan y emprendiendo siempre nuevos proyectos.
          Los problemas y dificultades aparecen tarde o temprano y de forma más o menos continuo en la vida de cualquier persona queramos o no, y cuando dicen aparecer no  podemos hacer nada por evitarlos, lo que si podemos hacer es enfrentarnos a ellos y tratar de poner soluciones. La práctica hace al maestro y no hay especialización posible sin la constancia en el aprendizaje, superando las dificultades que, con toda seguridad, irán apareciendo a medida que nos vayamos encaminando hacia el éxito.
             La vida nos enseña constantemente que no se logran grandes cosas ni objetivos importantes, sin grandes esfuerzos y fatigas; necesariamente debemos asumirlos, a ser posible con ilusión y hasta con alegría, pues si nos dejamos amilanar por el miedo y por la cobardía, las dificultades se nos presentarán como obstáculos insalvables.
            Si uno se cree incapaz de enfrentarse a una situación nunca lo hará. Este tipo de planteamientos para lo único que sirven es para desanimarnos e incapacitarnos para enfrentarnos a las dificultades. Igual que nos enseña, como decía anteriormente, la vida está llena de pruebas y dificultades. Podríamos llamarlas “tormentas” que pueden consumir tanto nuestra vida, que nos debe llevar a aferrarnos con toda nuestra fuerzas para no “soltar” y luchar siempre por sobrevivir.
             Muchos de nosotros y a través de nuestra existencia, somos probados más duramente que otros, pero solamente los fuertes,  resisten a esa “tormenta” y sobreviven resultando victoriosos. Hay un sentimiento maravilloso que viene con la victoria de la fortaleza: perseverancia, determinación y en especial, toda la ayuda de la Providencia. Si nos armamos de un espíritu valiente y atrevido, los obstáculos se empequeñecen ante la fuerza de nuestro coraje, activando todo nuestro potencial físico y mental, pasando a la acción, sin dejar ni siquiera una mínima oportunidad al fracaso.
           Por tanto analizando todo lo que vengo diciendo, y por pura lógica, la falta de voluntad, de valentía y de coraje, agigantan las dificultades cotidianas y hasta las crecen, por el miedo, la cobardía y la falta de decisión.
           Animémonos pues, a emprender, a cooperar, y luchar por materializar nuestros sueños, actuando de forma responsable y usando todo lo que hay a nuestro alcance, ya que muchas veces nos convierten en privilegiados, para demostrar que somos una sociedad viva, que merecemos lo que hemos heredado, y que aún queda mucho por hacer y muchos problemas que resolver. Disfrutemos todo lo que podamos de la aventura de atrevernos con las dificultades.

 Meditación: El arte de vencer las grandes dificultades se adquiere y se aprende con la costumbre de afrontar las pequeñas.

martes, 24 de marzo de 2015

¿Sabemos disculparnos?

          Existen momentos en la vida en que por circunstancias  nunca entenderemos. ¡Todo cambia!  Sería demasiado presuntuoso pensar que todo es cuestión de una única vez o de un solo día. Desde pequeño me enseñaron a que las personas cambian; pero nadie se encargó de decirme que seguramente jamás me dirían los motivos.
          Pero sí, muchas veces  sentimos sensación de disculparnos por  decisiones tomadas o por conductas seguidas. Lo muy nuestro, es decir: “yo no me disculpo de nada, volvería a hacer lo mismo”. Sí, esa es la respuesta del carácter típico de los latinos. Sólo cuando somos consciente de aquello, muchas cosas empiezan a tener sentido. De hecho, algunas reflexiones que hasta entonces habían parecido incomprensibles, empiezan a ser razonables.
              Irremediablemente así son las cosas. Incluso pueden pasar varios años sin que ni siquiera te digan, porqué hemos actuados así Siempre vivimos situaciones un tanto engañosas e ilógicas, con declaraciones enfáticas en las que uno se propone no disculparse de nada. Lo tengo visto; es el sonsonete de muchos cuando les preguntamos  ¿y no tienes nada que decirme? de hecho las personas que no se atreven a disculparse de nada, se encierran en el interior de su mutismo. Lo real y normal es que uno lamente muchas veces el rumbo de aquellas decisiones que tomamos en un momento determinado. Y pensemos que somos ni más ni menos, el conjunto de todas nuestras decisiones. No deseemos decir mentiras maliciosas, ni simplemente la ocultación de la realidad que no interesa ver. Me refiero a la leyenda de ocultar aquello que puede resultar preocupante, puesto que todas las equivocaciones o aciertos influyen en nuestra persona, haciéndonos recapacitar sobre si debiéramos disculparnos, mucho o poco (o nada) de lo que hicimos. Así podemos llegar de ser “lo mejor de lo mejor” a “lo peor de lo peor”. Son también los que, ante los reveses de fortunas o dificultades, insisten en que ellos siempre están en posesión de la verdad.
            El amor al desprecio, es un sentimiento de rechazo, que no deberíamos permitir, ya que nuestros testimonios incluyen un estilo de vida que debería ser coherente entre lo que decimos y lo que hacemos, entre lo que predicamos y lo que practicamos. Si no es así, tenemos un solo nombre que es ¡la hipocresía!
             Todo podría definirse como “un estado de conciencia vinculada al pasado por la desaparición de momentos agradables”, añorando por ejemplo: un ascenso en el trabajo, unas vacaciones, una amistad deseada, etc. Ahora recuerdo que Descarte, decía: “Del bien pasado viene el sentimiento de pesar, que es una especie de eterna tristeza” De ahí, deducimos, eso de, ¿quién pretende no disculparse de nada en su vida? ¡Son tantos los momentos y motivos en nuestra existencia para no disculparnos! Ocasiones perdidas, interpretaciones erróneas, acciones impulsivas, alusiones indebidas, etc. Estas son las formas de expresar las emociones y los sentimientos de la disculpa: ¡Si yo hubiera sabido!, ¡No habría debido!, ¡Jamás me lo esperaba! Aunque también me gustarían que me respondieran con toda sinceridad  a esto: ¿Y tú, qué hubieras hecho? Aunque lo más sorprendente es que todo suele estar bajo  los “afectos y la amistad”  Desgraciadamente respondemos así: ¡Disculparme! ¿De qué? ¿Por qué? ¿Hasta qué punto? ¿De qué sirve? Todas estas preguntas comienzan a recibir respuestas a través del análisis, la reflexión y la meditación.

 Meditación: Un sincera disculpa es la mejor medicina que tienen las enfermedades del alma.

sábado, 21 de marzo de 2015

Disfrutar de lo que tenemos.

           Con el tiempo nos acostumbramos a no disfrutar de lo que realmente tenemos. La vida se nos pasa mientras estamos ocupados en otras cosas, Esto nos refleja muy bien el día a día del agobio, en el cual estamos atrapados por las preocupaciones y por el miedo. Desde siempre nuestros asesores nos proponen una clave reveladora; vivir el presente. Si lo haces, no tienes por qué temer al futuro.
            Es mejor enfocarnos en lo que tenemos hoy y no lamentarnos de lo que nos falta. Quizás disfrutar de aquello que sí tenemos acceso en ese momento, como puede ser; un lindo atardecer, una recuperación de amistad, etc. El presente es también un pozo de vitalidad. En primer lugar porque incita a abrirnos a lo que está ocurriendo, pero también a abrirse conscientemente al mundo de los demás.
            Lo que es más difícil para todos es simplificar el plano material que poseemos y el modo de hacerlo efectivo, haciendo determinar nuestra escala de valores. Esto nos permitirá saber qué cosas podemos prescindir porque son superfluas o realmente no las necesitamos y en contraposición cuáles son las verdaderas e importantes para nosotros.
           Aprender a disfrutar de las pequeñas cosas que la vida nos brinda es uno de los mayores regalos que nos podemos hacer a nosotros mismos prácticamente cada día, ya que esto nos permite vivir cada momento como si fuese nuestro único día.
            Muchas personas que han pasado por una dura enfermedad, lejos de hundirse, reconocen que esa crisis les ha enseñado a vivir y se siente transformadas. Cuando has sobrevivido a una experiencia fuerte en la que nuestra vida ha estado realmente en juego, después vives con más intensidad. Pero ¿verdad que no hace falta pasar por ello para aprender la lección?
            A veces por la rapidez de nuestras vidas nos olvidamos de disfrutar de un día en que ha salido el sol, un campo de flores al principio de primavera. Así desgraciadamente pasamos por la vida normalmente sin darnos cuenta de todos estos pequeños placeres  constituyen  nuestro bienestar y a nuestra felicidad.
           Aunque no nos demos cuenta existen circunstancias adversas a la que nos impiden disfrutar de lo que tenemos. Lo primero es el afán y la preocupación de la vida es tanta, que no podemos disfrutarla. En segundo lugar es la ambición desmedida. Siempre existen personas a quien nada es suficiente y siempre quieren más de lo que tienen. Y en tercer lugar, la avaricia. Es bueno guardar y prever para el futuro, pero no debemos dejarnos llevar por los impulsos compulsivos.
           Así, disfrutar de las pequeñas cosas significa disfrutar de cuestiones sencillas, como pasar una tarde con nuestros hijos o con un buen amigo; en definitiva, alejarnos de lo material y disfrutar con las cosas más hermosas que nos brinda la vida en el día a día.
 
Meditación: Cuando menos lo esperamos, la vida nos coloca delante un desafío que pone a prueba nuestro coraje y nuestra voluntad de cambio.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Estados anímicos.

              Nuestro estado de ánimo está sujeto a distintas variables diariamente. ¿Cuántas veces nos decimos: “hoy es de los días que no estoy para nada, ni para nadie”. Todo influye en nuestro estado de ánimo. Esta situación puede variar entre dos extremos opuestos: desde la exaltación, la alegría y el entusiasmo, con una importante carga positiva de placer, a sus polos contrarios, la tristeza, la insatisfacción e inhibición; esta vez con carga negativa de sufrimiento. Entre ambos límites puede albergarse toda una gama de posibles y estados de ánimos intermedios.
              Nuestro estado anímico está influido por muchas variables con las que estamos en contacto, como las personas que nos rodean, nuestras obligaciones, nuestra situación  laboral, etc. El estado del tiempo es una de esas variables con la que estamos en constante contacto. Obviamente a todos no nos afecta por igual, hay gente que es más vulnerables que otras, y suele afectarle de distinta forma.
            Todos esos estímulos ambientales externos, son los que nos provocan unas reacciones en nuestros sentimientos, que siempre dependerán del carácter positivo y de las descargas emotivas provocadas. Por el contrario, si el influjo ambiental es desagradable, provocará sensaciones negativas, empujando el ánimo hacia la tristeza, la angustia y la depresión.
             Así, el estado de ánimo varía su tono hacia uno u otro signo con independencia de las circunstancias del exterior. Es entonces, cuando hablamos de sentimiento vital, porque impregna nuestra vida, formando parte de él mismo.
             Siempre deberíamos tener en cuenta que el estado de ánimo es una sensación de fondo que persiste en el tiempo. Normalmente, apenas percibimos nuestro estado de ánimo, pero, algunas veces, puede llegar a ser muy intenso e insoportable. Los estados de ánimo no son lo mismo que las emociones, aunque comparten muchos aspectos en común. La mayoría de las veces los estados de ánimo se caracterizan por ser de menor intensidad y mayor duración en el tiempo
             Las personas con “buen” estado de ánimo se sienten más vitales, más activas y mejor dispuestas para las relaciones sociales. Conectan bien con el medio ambiente y le atraen los acontecimientos divertidos, con gran disposición hacia lo alegre y lo jovial.
              En cambio, las personas con ánimo “bajo” presentan la cara opuesta: tienden al aislamiento social y a la desconexión con el ambiente que les rodea. Suelen tener facilidad,  para percibir las desgracias y con frecuencia tienden a exagerarlas. Piensan con lentitud, inclinándose hacia lo negativo.
               El estado de equilibrio entre ambos polos, alegría y tristeza recibe el nombre de eutimia; y las desviaciones hacia uno u otro sentido se le llama distimia. Cuando se rebasan unos determinados límites por ambos extremos caemos en el campo de la enfermedad del ánimo: por un lado, la manía en el plano de lo positivo; y por otro la depresión, en el lado de lo negativo.

 Meditación: No es grande aquel que nunca falla, si no el que nunca se da por vencido.

sábado, 14 de marzo de 2015

Aumentar la tolerancia.

              Reconozco que el título es atrayente, pero ¿es fácil? Para ser tolerante es imprescindible darnos cuenta que debemos estar dispuestos a crear aptitudes positivas para saber observar lo bueno y aceptar a los demás. Existe un dicho muy antiguo que dice: “Para encontrar un amigo debemos cerrar un ojo; para mantenerlo, los dos” La clave para ser tolerante con los demás consiste en empezar siéndolo con nosotros mismos. No deberíamos olvidar que todos somos humanos y que todos necesitamos también un margen de error. Por lo tanto procuremos limitar nuestras exigencias para nuestros semejantes, y relajarnos en el bienestar de la tolerancia.
              La tolerancia es el respeto con igualdad sin distinciones de ningún tipo. Si, comprendo que no es nada fácil, pero debemos considerar la tolerancia como una virtud moral y cívica que consiste en permitir la relación de acciones, preferencias y creencias que aunque no sean consideradas como lícitas, sin embargo, no son necesarias como para poderlas impedir.
            Muchos creen que tolerar es aguantar y soportar; nada más incierto. En estos casos lo importante es comprender que debemos superar los problemas que nos rodean, y para ello necesitamos el poder interno y, por otro la capacidad de entender lo que significa la tolerancia hacia los demás. A través de la tolerancia se comprende aquello que de otra forma, estaríamos aguantando y soportando.
            A través de nuestra vida, ésta nos va mostrando los límites de la tolerancia. Cuando se nos presentan diferentes obstáculos que se interponen en nuestro camino es cuando podemos calibrar nuestra capacidad de tolerancia hacia los demás. Es necesario ante todo, recordar que toda tolerancia, por más necesaria y auténtica que sea tiene un riesgo que le son inherentes. De esta manera comprenderemos que la tolerancia consiste en dejar subsistir un mal para evitar otro mayor. Aunque en la tolerancia siempre existe el riesgo de que nos traiga por sí misma males aún mayores que aquellos que deseamos evitar.
            Preguntaba al principio, si la tolerancia es fácil; pues diría que es fácil de aplaudir, difícil de explicar, debido a que desarrolla el espíritu de unidad, que facilita la cooperación y la interacción. También es fácil reconocer que cuando se practica la tolerancia el grado de confianza entre los miembros de una organización aumentan, debido a la apertura en que nos manifestamos. De todo esto derivamos que aquellos que no suelen ser tolerantes y benevolentes con los demás presentan una gran omisión sobre ellos mismos. Demuestran que aún están apegados a situaciones pretenciosas con carácter de superioridad, al ser exigentes y echar las culpas a los demás.
            La tolerancia ha de equilibrarse con la capacidad de afrontar, que se basa en la valentía, en el coraje y en la seguridad personal. Tener el poder de tolerar te da seguridad y confianza de que podrás y que al mismo tiempo podrás conseguirlo para poder avanzar.   Pensemos siempre que la tolerancia es necesaria para convivir, para ser y dejar ser. La vida nos enseña hasta que límites podemos ampliar nuestra tolerancia junto con la valentía y el coraje en nuestra seguridad personal.
            En definitiva tolerar es aceptar, valorar, comprender  y apreciar. No hacer una montaña de un grano de arena sino al contrario, conducir tu experiencia personal.

 Meditación: Nada resulta más atractivo en un hombre que su cortesía, su paciencia y su tolerancia.

martes, 10 de marzo de 2015

La satisfacción de dar.

           Todo parte de aquel mito solidario muy antiguo que dice: “dar con la mano derecha sin que la izquierda se entere”, es decir sin especular.
            No hay duda que a veces se trata de algo muy especial a nivel consciente para llevar a cabo nuestra vida cotidiana. Lo malo es que en nuestro interior habita un ego que se aprovecha de dichas separaciones, e intenta hacerlas lo más distintas posibles.
             Muchos asociamos dar, con perder, (nada más distinto), puesto que tendemos a creer que algo perdemos para que otros ganen. En otras palabras, nos hacemos pequeños para que otra persona crezca a nuestra costa. ¿Cuántos somos capaces de dar sin esperar nada a cambio? ¿Cuántos son los que han descubierto esa magia hermosa de ayudar a tu prójimo, aunque sea en lo más mínimo, y que a este le provoque un alivio, una sonrisa, una satisfacción; sí, un simple placer por el hecho de hacer un bien a alguien.
            No hay duda de que se trata de algo muy especial a nivel consciente para llevar a cabo nuestra vida cotidiana. Esa importancia de dar, sin importar a quien ni porque, tiene un sabor y una enorme   satisfacción al mismo tiempo, incluso superior al de los placeres que algunos persiguen a costa de todo, hasta de no importar el método ni la forma de conseguirlo.
           Cuando damos generosamente y renunciamos a ser retribuidos con otra cosa, un gesto o una palabra, logramos ir más allá de esos miedos que interiormente nos dicen que, con dar vamos a perder.
           A veces es justo que a través de una palabra dicha de corazón, pueda ser suficiente. Una ayuda precisa a quien lo necesita o un gesto de atención para un momento de desamparo, puede cambiar radicalmente la forma en que uno se siente mal. Piensa siempre que “por el solo hecho de ser como eres, posees todo para lograrlo”.
           Pensemos que la mejor manera de recibir es dar. Aunque todavía nos cueste creerlo. Pero eso no quiere decir que no tengamos que someter a ese enemigo que tenemos dentro. Practicando la generosidad, poco a poco nos daremos cuenta de que, en el mismo momento que estamos dando, ya estamos recibiendo el mejor premio. La propia satisfacción que nos invade.
            Ese acto de dar nos aporta todo tipo de ventajas. Además de mejorar la vida de los otros, nos afecta de un modo profundo con beneficios que van desde la mejoría de nuestra salud, hasta establecer más y mejores contactos con los demás.
            Si al decir simplemente “gracias” estamos haciendo conciencia de ese hecho, estaremos dándole un factor multiplicador a nuestro crecimiento personal, liberando tal cantidad de energía que no cabrá en nuestro pecho.            Practiquemos la condición de dar gracias conscientemente, viendo el bien absoluto que recibimos por tal acción.
             Y cuando des, no lo hagas con miedo en tu fuero interno, sino con el corazón lleno de agradecimiento. ¡Te sorprenderás como esto funciona!    

 Meditación: Disfrutas la satisfacción de hacer bien las cosas pequeñas.

 

sábado, 7 de marzo de 2015

Los diferentes.

            Es curioso; ¿verdad?, hablar de “los diferentes”. ¿Por qué todos quisiéramos ser diferentes? Pero diferentes ¿a quién? En este tema de las diferencias (y ateniéndonos al sentido estricto de la palabra diferente), muchos apuntan a esa puntualización que a la larga podemos observar; “La diferencia estriba en la personalidad, sus atenciones con los demás y sus ideas. Todo formado por situaciones y vivencias que durante la vida han ido sumándose, hacen que el conjunto nos haga diferente a los demás”  
          ¿No es cierto? Compruébalo con tus amigos y no dudarás en que esas diferencias existen en todos, o ¿quizás todos estemos un poco equivocado?
            A uno les gustaría ser distinto, único, exclusivo; otros querrían parecerse punto por punto a los demás. Pero ¿a cuáles? A la mayoría, por descontado. ¿Y cómo es la mayoría? ¿Son idénticos quienes lo componen? Y, por otra parte, ¿no son innumerables las posibilidades de diferenciación?: Los excesivamente altos, o bajos, los albinos, los calvos, los que tienen ojos de color insólitos, los de actitud religiosas, feministas, machistas, independentistas, ¡Será que no sabemos lo que queremos!
             No hay nada más natural que la diferenciación. La Naturaleza es inagotable y pródiga, no repite ningún ser. Una rosa no brota igual a otra, por muy hermosas que sean. Equivalente sí, pero nunca la misma, aunque cada una quepa en todas las primaveras. Quizás el olor, “el olor es el alma de la rosa”. Una rosa no brota igual a otra. Será la más parecida, pero nunca igual.
             Pueden afirmarse que las características de la mayoría son las normales –o sea las que marquen las normas- Si el hombre sabiamente falso, arrebata a la Naturaleza su primacía, ¿no será a pesar de ello, la Naturaleza  una primera costumbre, sobrevenida de la misma Naturaleza? En tal caso, ¿quién puede aquí echar en cara algo a alguien? ¿Quién permite acongojar el corazón de otro haciendo que se vea diferente? ¿Diferente a quién?: ¿de un semejante? ¿Con qué autoridad podemos hacer fuerza a ser tachado de diferentes. Pero cuanta amargura cuando esto sucede, ¿no? Los diferentes se han sentido obligado a esconderse, a huir e incluso a ser rechazados. Hasta que llega un momento en que ya no se sabe si somos “normales”, o fueron ellos mismos los que nos hicieron diferente por nuestra forma de ser.
             En nosotros mismos se nos da la paradoja de estar al mismo tiempo orgulloso de nuestras diferencias y al mismo tiempo abrumados por ellas. El hombre es racional, pero muy poco razonable. En lugar de esforzarnos por multiplicar su reino en función de sus diferencias, procuramos empequeñecernos marcando clases, fronteras, jerarquías, gradaciones, lenguajes y dominios.
              En estos momentos escucho el timbre de mi teléfono: ¿Será ese amigo que tanto  años espero su llamada? Dentro de un instante se manifestará la respuesta. ¡Pues no! Una vez más, la Naturaleza se resiste a ser diferente.

 Meditación: Como podemos ser tan diferentes y a la vez tan parecidos.
 

miércoles, 4 de marzo de 2015

¿Sabemos utilizar nuestro tiempo?

            Hoy en día resulta extraño encontrar alguna persona que no lleve un móvil en el bolsillo. Vivimos atados al él, cautivo del tiempo. El lenguaje coloquial de ese “aparatito” nos muestra que el tiempo se puede ganar o perder, dar o quitar, buscar o encontrar, tener o tomar, etc.
            Es sin duda un recurso especial. Nos sentimos incapaces de poder apartarlo, afirmando que no podemos vivir sin él. Con frecuencia reconocemos que el tiempo es oro, que el tiempo vuela, o que hay que dar tiempo al tiempo. Unos de los argumentos socialmente más utilizados, es “estar pendiente del móvil” siendo fácilmente reconocido como excusa.
            La percepción del tiempo, nos afecta a nuestro estado mental. Lo utilizamos para entender el curso y la duración de los acontecimientos y generar expectativas sobre lo que acontece. Nuestra sensibilidad para percibir y responder al tiempo está implicada también en tareas rutinarias y complejas, como atender a lo que pasa, pensar para solucionar problemas, tomar decisiones, planificarlas o, incluso, entender las mentes ajenas.
            El tiempo suele “volar”, si nos gusta lo que hacemos, si estamos motivados o muy ocupados. Sin embargo se nos hace asimismo eterno cuando llevamos una carga pesada encima, y sobre todo, cuando estamos o creemos estar en peligro. También apreciamos un lento transcurrir si no existen llamadas o, especialmente, si le prestamos demasiada atención; es decir, si estamos pendientes de nuestro aburrimiento.
           ¿Sabemos realmente en qué se nos va el tiempo? En parte lo perdemos y en parte nos lo quitan: ¿cómo?, a base de reuniones improductivas, charlas interminables, programas insulsos de pequeñas aplicaciones repletos de anuncios, viajes por el “ciberespacio” visitas constantes a correos electrónicos, interrupciones sin ningún sentido, desorganización que desencadenan todas en falta de planificación, etc. Deberíamos localizar nuestros “ladrones” personales de tiempo y combatirlo con determinación, de forma sistemática, rigurosa y metódica. Con nuestro tiempo, llegamos a  estas consecuencias que nos impiden se amables y razonables con los demás. Con frecuencia cansa más el pensar en lo que nos queda por hacer, que el trabajo que ya hemos realizado. A veces lo que tenemos ante nosotros no son realmente problemas sino insulsas decisiones a tomar. Por eso, debemos actuar ante esa persistente adicción, que puede llegar a ser mala consejera.
            En general, no es bueno estar muy pendientes de nuestro móvil a través del tiempo que perdemos. Prestar demasiado tiempo a nuestro “aparatito” es vivir a contrarreloj  pues su continua realización, puede debilitar nuestro estado anímico. Controlar nuestro tiempo, o por lo menos tener la sensación de que lo controlamos, es un factor clave para el bienestar mental de las personas.
 
Meditación: Hablarle a una persona que está inmersa en su móvil. Nunca sabrás si te va a responder.