martes, 24 de febrero de 2015

Cuando el amor hace daño.

               El amor a veces, tal como se utiliza actualmente el término, no es amor; es solo deseo. Y el deseo sin duda a la larga nos hará daño, porque desear a alguien como si fuera un objeto supone ofender a esa persona. Es un insulto. Si te diriges a otra persona con un simple deseo: ¿durante, cuánto tiempo podrás fingir que es amor? Superficialmente parecerá que es amor, pero si ahonda un poco, verás cómo debajo se oculta el mero deseo. Contemplar a alguien con simple deseo supone insultarle, humillarle. Es reducir a la otra persona a una cosa, o a un simple objeto. No existe nadie al que deberíamos considerarle como un objeto, por eso nunca se debe utilizar ese medio para alcanzar un fin determinado.
              Para el amor, el sexo es el lugar de la comunión entre los amantes. La plenitud de la realización del amor, es imprescindible como prueba definitiva. Es una relación que carece de plan y cuya fuente de sentido es solo la gratificación para el futuro, convirtiéndose de esa forma es un territorio intranscendente.
            Esta es la diferencia entre el deseo y el amor. El deseo utiliza a la otra persona para solo colmar su apetito. Solo se limita a utilizarla y cuando ya has terminado o circunstancialmente te es imposible mantenerla, “la tiras”.
             Dado que nuestra cultura no reivindica un propio fundamento histórico, sino que a través del tiempo desarrolla un nivel popular de profundos sentimientos hacia el amor,  nuestro carácter comunicativo se ve eclipsado a través de sus componentes emocionales. Éstas emociones sin contenido y, por consiguiente, sin comunicación, deja de ser un acto común. El sexo sin amor es una sugestión “mecánica” que hace las veces de simple encuentro circunstancial. Su eficacia estriba precisamente en su naturaleza sensual. La capacidad del sexo para generar sensaciones poderosas, permite convertirla en emociones tratadas mediante las interpretaciones pertinentes puesto que ya el amor por sí mismo, nos compromete a una cierta disposición. El amor siempre nos dirá que emoción cabe esperar de la relación sexual satisfactoria, y dicha relación nos proporcionará unas constantes sensaciones que las convertiremos en emociones gratificantes, gracias precisamente a esas expectativas.
              Por último, el amor en la cumbre nos conduce a la autoestima, la tentación de dar sentido a la vida, no sólo en tanto como amor, sino también como meta a la misma vida. La confusión entre el negocio de la pareja perfecta, genera una adicción a la condición de modelo no acorde con la satisfacción que dicha experiencia proporciona. Así, los individuos que habitan en esa cumbre de la pirámide del amor encuentran en su triunfo amoroso un refugio afectivo distinto al que el sexo en teoría nos puede ofrecer, consistente en la admiración de los sometidos, por el simple hecho del deseo, conduciendo ese refugio a diversas formas de entendimientos, como un sainete amoroso de una novela rosa. El amor es un fenómeno espiritual; el deseo es un fenómeno físico. De ese modo, uno puede “desear” desde miles de kilómetros de distancia, no haciendo falta estar físicamente presente.

 Meditación: Si alguien no te quiso, no dudes en pensar que existe alguien que sí te querrá.

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