miércoles, 28 de enero de 2015

Nuestro estado de ánimo.

              No se trata de justificar por qué en determinados momentos estamos enfadados; en verdad no trato de analizar porqué a veces nos encontramos con un estado personal que ni si quiera nosotros mismos podríamos justificar. La verdad es que, ¿cuántas veces nos surge esas circunstancia en que nos sentimos amenazados, lo que nos pone en la extrema situación de discutir o huir? Sí es cierto que el enfado supone una negación a la propia realidad, y simplemente eso hace que determinados actos no nos gusten. Eso hace que interiormente muchas cosas nos duela y es entonces cuando reaccionamos con agresividad.
             Es justo reconocer que en cualquier caso, siempre que nos enfadamos, algo se altera en nuestro interior, y nos manifestamos atacando con una actitud de defensa. Algunas personas no reaccionan exteriormente ante la ira, pero lo manifiestan a nivel interior; es decir, lo almacenan produciendo un resentimiento que termina con la ira en el tiempo, haciendo que ese efecto negativo sea cada vez mayor, hasta que llega un día en que “explotamos” y esa onda casi siempre afecta a otras personas que posiblemente no tengan motivos para recibir nuestras agresiones. Se trata ni más ni menos, de una alteración de nuestro propio estado emocional.
            Es curioso, pero nos enfadamos en relación directa al nivel de nuestras exigencias y nuestras expectativas, y por el contrario inversamente proporcional al nivel de nuestra aceptación. Tampoco se trata de considerar esos momentos de enfado como un asunto propio, puesto que en ese caso, sería una intención de egoísmo. Haciendo un estudio mental, sería conveniente proponer un término medio, que debiera consistir en observar nuestros enfados desde una perspectiva más general, no centrada en uno mismo, y buscar una situación en la que todos ganemos.
            Pero ¿qué pasa cuando el enfado se manifiesta en estado permanente? Es decir, que estamos todo el tiempo con el ceño fruncido y a la expectativa de iniciar cualquier tipo de pelea. Es entonces cuando podemos determinar que somos personas con un estado de mal humor tan acentuado, que nuestra condición, es de un estado crónico permanente. Lo inusual no es que tengamos esos arrebatos repentinos en nuestro carácter. Así parece que ese enfado se va convirtiendo en nuestra manera “normal” de ser en nuestra vida. Son los casos, en que todo nos saca de quicio, todo nos molesta; nos volvemos irritables y “saltar” por cualquier cosa es la nota más predominante.
            Y es que aunque el enfado aparezca de forma esporádica, siempre estamos en continuo estado de riesgo, al generar en nuestras vidas emociones impredecibles, y eso hace que nos volvamos agresivos, y dispuestos a jamás perdonar, teniendo en cuenta que al primero que daña es al que lo padece, como decía anteriormente que afecta de forma directa a nuestro estado emocional. Está teóricamente comprobado que los que se enfadan asiduamente son personas propensas a padecer intranquilidades, ideas de tipo extravagantes, ansiedad, depresión, etc.  Sin embargo si tenemos la actitud de detenernos e intentar identificar nuestros sentimientos, estaremos dispuestos a expresar esas alteraciones para realizar los cambios oportunos, llegando a resultados completamente diferentes.

 Meditación: En cada estado de ánimo hay una frase, en cada frase un sentimiento, y en cada sentimiento un sufrimiento.

No hay comentarios:

Publicar un comentario