miércoles, 23 de julio de 2014

Los remordimientos.

           Los remordimientos son situaciones que experimentamos en nuestro interior debido a actuaciones pasadas de las que nos creemos culpables. Así llegamos a decir que los remordimientos de conciencia pueden llegar a ser tan intensos que solo existe una forma de calmarlos. Reparar el daño realizado, es decir, pedir perdón o decir lo siento a la persona a la que se le ha hecho. Lo cierto es que el perdón es un acto de verdadera valentía que nos permite empezar de cero en una relación de amistad, amor, familiar, etc. Las emociones no apartan información sobre el modo en que se encuentra nuestro mundo interior y cómo nos sentimos en ese momento.
            Sin embargo, a pesar de lo mucho que se ha escrito acerca del sentimiento de culpa no siempre se habla de la cara amable de esta emoción. Porque también la tiene. He podido experimentar en diferentes personas, que una vez pasada la tempestad de los síntomas y malestares en sus innumerables formas, la culpabilidad puede cambiarse en sentido consciente de responsabilidad, pero a veces es imposible.
            Tal vez por ello, es positivo escuchar la tristeza que produce en nuestro interior, la decepción o el miedo que produce tras sufrir remordimiento de conciencia. Todo causado por una acción que se ha considerado incorrecta a través del tiempo, que indudablemente puede corregirse y cambiar en cualquier momento.
            Y es que, a diferencia de lo que suele ocurrir con cualquiera de nuestras situaciones, el sentimiento de culpa prestigia a quien carece de él. Esta máxima por lo general inconsciente, nos lleva a la implícita necesidad de transferir la responsabilidad de los hechos a los demás. De este modo, creemos conservar la nobleza de nuestras intenciones, sin darnos cuenta del alto precio que pagamos por vivir en una tóxica situación de victimismo.
             El remedio es la sinceridad y el arrepentimiento. Aceptar la responsabilidad de una acción determinada. La superación del remordimiento, y la paz consiguiente,  depende mucho de la noción que  tengamos de nuestra propia personalidad. Por ejemplo, si nos consideramos excesivamente vengativo y solamente justiciero es comprensible un sufrimiento que no se va ni con el arrepentimiento. Los escrúpulos son diversos, pero sus síntomas pueden ser semejantes. Si se sabe apreciar que la coherencia personal  se armoniza con la misericordia, será más fácil la sensación de ser realmente perdonado. Aunque si se tiene el sentido de una fuerte personalidad con todos los matices de la redención personal, se puede superar el dolor y adquirir una confianza y seguridad llenas de paz. 
             Es hora, pues, de ir superando  nuestra actual cultura de culpa en su doble dirección, ni cargar el peso de la responsabilidad en otros, para no humillarlos eternamente ante su dolor. En su lugar, debemos dar voz a los remordimientos para traducirlos en lecciones prácticas de cómo ser mejor persona que antes.

 Meditación: No basta arrepentirse del mal que se ha causado, sino del bien que se ha dejado de hacer.

 

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