domingo, 22 de julio de 2012

¿Nos aceptamos como somos?

          ¿Aceptamos el paso del tiempo, lo asumimos, nos resignamos? ¿Nos mentimos o nos mienten? ¿Es nuestra piel un DNI o un artefacto de nuestro paso del tiempo?  Hay huellas del paso del tiempo inexorables: las marcas en la piel. Una mañana nos levantamos, nos miramos en el espejo y vemos algo que antes no estaba. Han aparecido de forma imperceptible, ajena a nuestra voluntad y nuestros deseos, e incluso en contra de nuestros hábitos. Son esas “manchitas” en la parte superior de nuestras manos.            Quizás tenga algo genético, o tal vez sea el resultado del estrés, la mala alimentación, las preocupaciones, el tabaco, etc. O simplemente porque el tiempo es un diapasón inexorable que suma y suma, pero es incapaz de restar, por mucho que nosotros le quitemos.
            Muchos las asumen porque les dotan de madurez y seguridad. Otros intentan combatirlas con la amplísima gama de cosméticos del mercado. Pero la mayoría se pelean a brazos partidos para prolongar su juventud: cremas, tratamientos, vitaminas, láser, cirugía, etc. Pero muy pocas personas asumen cada marca en la piel como tiempo vivido. Para los especialistas, la llegada de esas “manchitas”, (sobre todo en las manos), es algo inevitable, se trata de un proceso multifactorial en el que participan el envejecimiento de la piel, las contracciones musculares, el daño medioambiental y sobre todo, hábitos nocivos. Si el mero hecho de asumir nuestra edad es un tema tabú, decir la palabra maldita de señales es casi una declaración de guerra en una sociedad que aspira a ser eternamente joven y estéticamente uniformada como en aquellos años de juventud.
            Unos se desesperan haciéndose adictos a todo tipo de tratamientos, no llegando a buenos propósitos a sabiendas que jamás funcionarán, en lugar de plantearnos que el paso del tiempo, a través de nuestro cuerpo, es cuestión de justicia natural.
            Parar el reloj es intentar engañar al tiempo, y mentir siempre sale mal, además de dar mala imagen. La elegancia se trabaja, y consiste en estar en armonía con uno mismo, junto con tu edad y tu madurez. El DNI se lleva impreso como un código de barra invisible, y alterar las leyes del espacio-tiempo sólo puede llevarnos a la división de nuestro yo. Asumir la edad es la única llave para no plantar batalla al tiempo Una mirada subrayada por unas manchitas en la piel o por unos pequeños surcos en la comisura de los labios, no deberían ser muestra de desesperación.
            Como anécdota citaré un caso, en el que en determinada ocasión tuve el placer de conocer a una señora que siempre y en todo momento se mostraba tremendamente maquillada. Pero por circunstancias que no vienen al caso, pude presenciarla sin ningún tipo de maquillaje; cuál fue mi sorpresa al quedarme totalmente impresionado cuando pude comprobar su rostro sin tal cantidad de “pintura”; sus facciones estando totalmente relajadas y limpias, mostraban una presencia realmente encantadora.   
            Deberíamos mirarnos con los ojos del amor, así como ese reflejo que proyectado sobre uno mismo, nos quieren y les queremos y, comprender que los sesenta de hoy no son los veinte ni los treinta de ayer.

Meditación: La edad no son los años que se tiene, es la forma de vivirlos.

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